jueves, 17 de mayo de 2012

VEINTE DAÑOS NO SON NADA (el expediente número 82)

Las expectativas, en Colombia, sufren de un trastorno de delirio de la personalidad intermitente. Dan saltos de cuatro años en la línea de tiempo, y los ojos desapercibidos dan cuenta del mundial; se pasan por la galleta las leyes de la física, giran en sentido contrario las manecillas del reloj en Colombia y se cuentan por cientos de miles los muertos. Aclarado lo anterior, adelante. La excepción es, sin duda, el período comprendido entre 2002 y 2010.
Mano firme y corazón grande rezaba aquél incapaz de mentir (en privado). Me viene de repente la imagen de un puño estrujando entre sí un corazón de vaca, cubriéndola toda, la sangre a la mano, negra, teñida del fluido vital coagulado, extendiéndose sobre el antebrazo y descendiendo hasta el codo. La chusma maravillada no oculta su admiración, observa encantada el espectáculo, vitorea, pide más sangre, y en este episodio únicamente el indulto es concedido al matador. Brazos estirados en procura de manosearlo: sonrisa retorcida.
Cuatro años no son nada para disfrutar del reino en el que tendrán seguridad. Tenga la seguridad que nos robaremos hasta el último peso. Tenga la seguridad que sentaremos a algún aliado en todas las juntas directivas de las empresas que contratan con el Estado. Tenga la seguridad que de sobrar algo rasparemos la olla.

"Uribe es como esa novia de vereda a la que dejaron plantada en la puerta de la iglesia y que poco a poco se convirtió en la loca del pueblo." (@ABSURDA)

lunes, 14 de mayo de 2012

COLOMBIA, UN PAÍS SERVIDO EN BANDEJA DE LATA

Odiar a Colombia es una necedad. Odiar a Colombia es propio de necios persistentes: necios que persisten en la necedad.
Colombia no actúa; como tampoco hacemos los colombianos en nombre de ella (a menos que se trate de deportistas y embajadores que, entre otras cosas, lo hacen en virtud de los viáticos, si de antemano resignan la posibilidad de las premiaciones -la fama- consecuencia de su desempeño). Las erupciones de los volcanes, los movimientos telúricos, son involuntarios como el vómito o el hipo; coincidencia (e imprudencia) es la desgracia de vivir en la falda del Nevado del Ruíz precisamente cuando a éste le antoje expulsar el contenido de su vientre incandescente. Si, no obstante, usted anda en busca de lo palpable, le sugiero, en lugar de andar leyendo maricadas, estrecharle las tetas a su novia entre las manos, o mejor, odie, como si tuviera contrato para odiar, desprecie a los colombianos.
Usted no odia a Colombia. Quizá, vivir en Colombia. A lo mejor, si no, lo que usted odie sea estar atado de manos, con tantos muertos y tantos políticos al acecho, sin mencionar a la Policía, y no poder hacer nada por encarrilar el futuro del país en ausencia de locomotoras chimbas. Muy jodido así; y asá. La potencia de actuar de Colombia se encuentra dentro de la posibilidad de acto de los colombianos; así, se piensa que Colombia es asesina, traficante, pendeja, reggaetonera, mentirosa y embustera, en fin, todos los males existentes, de manera individual, y combinados si se quiere. Nadie obsequia lo que su bolsillo no puede pagar.
Colombia es una coincidencia en la esquina noroccidental de Suramérica. La vía de escape de Gonzalo Jiménez de Quesada a la persecución de la corona española. Colombia no es más que un fangal de barro y sangre, es decir que el acto de los colombianos es la hemorragia, mezcla de agua con tierra, o de echarle tierra encima a nuestras cagadas. Tierra remendada a fuerza de parches de palma africana contenida en una olla de bario, cinc, cobre, esmeraldas, hierro, níquel, oro, plomo, plata y platino. De tal manera sí cobra sentido la tan mentada frase en los círculos políticos colombianos, “raspar la olla”. Raspar la olla para ser luego servida en bandeja de lata.
Usted y yo no queremos a Colombia, no seamos majaderos, si acaso, un mejor futuro para nosotros y sus hijos.

lunes, 7 de mayo de 2012

VEINTE DAÑOS NO SON NADA (memorias del des-peye)

Años atrás, con el ánimo de resarcir el daño causado el mismo día en que tenían ocasión las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente, el cetáceo, sosteniéndolo entre las puntas del índice y el pulgar, acariciaba, estiraba, soltaba su bigote, se enroscaba sobre sí éste de regreso a su forma habitual, cola de marrano, cautivaba a la nación con el embeleso de la paz. A cambio, por el culo un embeleco nos hundió.
De sopetón, al despertar de un profundo sueño, el despeye finalizó.

sábado, 5 de mayo de 2012

VEINTE DAÑOS NO SON NADA (el hijo de Dania)

Donar su colección privada al Banco de la República, sin duda, la obra de mayor trascendencia creativa de Fernando Botero (para limpiar el buen nombre de su familia).



Clava su mirada en el piso el bojote hijo de ocho mil putas, aunque me disgusta y me resulta atropellada esa idea, pues, consecuencia de su valoración sería también Daniel Samper un hijo de puta, así sea únicamente de una; ni qué hablar de Danito; sin mencionar la injusticia que cometería, de insistir en etiquetar con ese calificativo soez a doña Helena Pizano de Samper y, siendo éste extensivo a ocho mil generaciones previas a la familia Samper Pizano, no escaparía al garrote doña Ana María Rebolledo, mucho menos la señorona Marcela Carrión y León lo conseguiría, y, para cerrar el círculo, faltaría al deber de consagrar mi existencia al artículo 382 de la Constitución Política de Colombia,
Artículo 381º.- Es deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia, independientemente de su condición político, social o religiosa, hacer visibles, ante sus conciudadanos y las autoridades, a todo hijo de puta que se pasee en frente. 
Artículo 382º.- Honrar, sobre todas las cosas, incluso dios, el Artículo 381º de la Constitución.
de incurrir en falta y pasar por alto los nombres de Fernando Botero Zea, Santiago Medina, Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela; y el de [ Inserte aquí el nombre del hijo de Dania ]. Y dígame usted quién, quién carajos a favor de doña Gloria Zea levantará protesta.
Rectifico entonces. Clava su mirada en el piso el bojote hijo de ocho mil buenas mujeres, amigo además, tantos como han sido identificados, de ocho mil hijos de puta. Con sumo cuidado se abre paso en el salón elíptico del Congreso de la (Re)púbica, saltando de lado a lado, rehuyendo el excremento depositado por micos, lagartos y elefantes, habitantes naturales del recinto.
Gordas de Botero se alojan a sus anchas en la Casa de la Moneda, bien para disimular las cagadas que dejó a su paso el elefante, o para hacer juego a los elefantes que a tan solo tres calles, residen en Palacio.

jueves, 3 de mayo de 2012

VEINTE DAÑOS NO SON NADA (en cuerpo prestado)

Con señales inequívocas de desespero es oprimido el interruptor del bombillo en ambas direcciones sin alteración aparente; mostrándose vacíos, sin ninguna luz que los llene, los recintos, la calle, carecen del sentido de presencia (de uno mismo y las demás cosas) y de movimiento (del propio y del de las cosas), de lo que a los ojos la luz refleja, lo revelado, como la inapetencia de tragar el humo cuando se fuma en la penumbra.
Ni de fundas se ilusione con ver las imágenes de cómo un grupo de efectivos (se les denomina de este modo cuando de asesinar, traficar y corromper se trata, de resto, naturalmente, califican para héroes ordinarios, medallitas y condecoraciones, dispuestos su restos en un ataúd) de la fuerza pública descuelgan por la fachada de una humilde vivienda en Medellín, desde el tejado, una camilla sobre la que reposa, atado, el cadáver del mentor del mejor presidente colombiano de todos los tiempos. Imagínese mejor el fulgor de las explosiones en Casa verde, unos lentes quebrados sobre el césped a consecuencia, nomás, quizás, a través de los que se pudo filtrar presumiblemente la imagen (porque el apagón es para todos, ciudadanos de plátano al almuerzo y guerrilleros con Rolex atado a la muñeca) de la firma de la Constituyente de 1991. Hasta las ocho de la noche pasadas la tele encenderá.
Bienvenidos al futuro. Tengo el honor de presentaros, damas y caballeros, a Simón.
Tiene Guavio.

Simón Gaviria, además de reconocido cetáceo en tierra firme, es Presidente de la Cámara de Representantes y jefe único del Partido Liberal.

martes, 1 de mayo de 2012

VEINTE DAÑOS NO SON NADA (inicio de un relato sin final)

It doubles itself  in the middle of his life, reflects itself in another, repeats itself, protasis, epitasis, catastasis, catastrophe. It repeats itself again when he is near the grave, when his married daughter Susan, chip of the old block, is accused of adultery. But it was the original sin that darkened his understanding, weakened his will and left in him  a strong inclination to evil. The words are those of my lords bishops of Maynooth: an original sin  and, like original sin, committed  by another in whose sin he too has sinned. 
James Joyce


¡Sí se puede! es el coro del perdedor. La paz corre a la velocidad del metro; aunque, según los últimos sucesos, más bien podría tratarse es del metro ligero. Se ha resarcido a muchos participantes del conflicto. Guerrilleros, paramilitares, mafiosos, en muchos casos personajes que dedican sus ratos libres a la práctica de las costumbres de otro bando, otros, pasando de éste a aquél en estima de los beneficios a aprovechar, dependiendo de los tratos honrados por el gobierno de turno, se han salido con la suya, y con el objeto de abandonar sus hábitos, poniendo como condición de rendición al arte de delinquir en general, entre otras a asesinar, mutilar y descuartizar, violar, mentir y engañar, traficar, secuestrar y extorsionar, exigen al país ser tratados con beligerancia política, es decir, ser puestos en posición de privilegio, al mismo nivel de quienes, año tras año, gobierno tras gobierno, licitación tras licitación, elección tras elección, nutren las causas de lucha de cada bando a su antojo y provecho.
No habrá paz, en efecto, sino hasta que se haya indultado hasta el último de todos los participantes de la guerra; así que preparen el culo y hagan fila.
Ya el Congreso, desgracias a dios, en cabeza de Juan Manuel Corzo, y en connivencia de la unidad nacional, prepara el acto legislativo que devuelve a la vida, cual zombie, después de haber sido sepultada en 1991, a la inmunidad parlamentaria; indulto del único grupo que hace falta por el perdón y olvido (descontando de los que se le adelantaron: a saber guerrilleros, paramilitares, mafiosos, banqueros, militares y policías, terratenientes, empresarios y representantes de multinacionales enclavadas en territorio nacional, gobiernos foráneos inclusive): el de los políticos.
Tratándose de estafar al país: Sí se puede.