miércoles, 14 de marzo de 2012

NO PUEDE TODO SER POLÍTICA (y cuatro)

Anteriormente en: "UN AGUJERO EN EL BOLSILLO DEL PANTALÓN"
NO PUEDE TODO SER POLÍTICA (tres)
NO PUEDE TODO SER POLÍTICA (dos)
NO PUEDE TODO SER POLÍTICA (uno)



No era la mueca fácil del hombre resuelto, ni la sonrisa tajante de los fuertes ni de los perversos. No tenía relación alguna con la sonrisa equilibrada, bien calculada, del cortesano y el político. Ernest Hemingway



El valor a pagar fue de ocho mil pesos. Examiné la factura de venta, los productos consumidos descritos y sus valores; añadidos al cálculo las tasas impositivas y el monto de la propina. Deslicé un billete de diez mil pesos dentro de la funda de piel (con aspecto de billetera y que, técnicamente, es una de las muchas que alimentan la caja registradora de cualquier restaurante o cafetería) y nos pusimos en pie.
No cruzamos el umbral para poner un pie de vuelta al parque, pues ya habíamos estado todo el tiempo afuera, en el espacio público invadido abusivamente por sillas, mesas y la concurrencia: escenario semejante a una terraza privada. El sol caía.
Caminamos por el Parque del Virrey ya sin aliento para reanudar la discusión.
Rastros de cagarrutas de perro que llevan a arribistas uniformados, patinadores, abogados y políticos, libros, propinas y esputos flotando en el café, son culminados de manera brillante, colofón infalible, por un ejército de hormigas laboriosas que trepan a la cima de un montón de arena que fuerza las maniobras de los conductores para evitar chocar contra él, en la misma calle en que la silueta de Luis Andrés Colmenares fue vista, flotando en el aire, Superman cornudo, por última vez, según testimonios imaginarios que reposan en la Fiscalía.
Por mucho que me esforcé en abstraer mis pensamientos de políticos, ebrios de vanidad, dando tumbos de partido en partido, apoyándose en su conocimiento de la ley para ponerla patas arriba, eché de menos una mesa de cafetería qué golpear con mi puño. Bomba molotov sin trapo.
Hacer el quite a la crítica es tan sencillo como apretar la mano al oficialismo y menearle la colita a la oposición. Las posiciones radicales están ubicadas a ambos extremos del espectro: la izquierda y la derecha. Más peligrosa aún es esa corriente, oportunista y mezquina, por la que fluyen aguas tibias, amiga de todos a la vez, compinche del contratista público, gran colaborador para las ONGs, benefactor del desvalido y defensor a todas voces de la seguridad, la más popular, la que le sonríe fácil al centro, y se vale de la prensa como transmisor. Posiciones variopintas, demasiadas para convivir en armonía, sin contradecirse unas a otras, en el universo intelectual de cualquier ser vivo, mucho más en el estrecho ámbito de visión de la política.
Ahí, en medio, se ubica la mayoría; en palabras de José Vicente Guzmán: “Los que hacen contratos con la democracia son los mismos que hacen contratos con la dictadura”.
Sacudo mi cabeza, como el perro que sigue mojado, y pienso en que lo único que quiero es poder tomarme un café, tranquilo en compañía de mamá, un sábado por la tarde en el Parque del Virrey. Como si fuera gran cosa.


Por FIN.

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