Las expectativas, en Colombia, sufren de un trastorno de delirio de la personalidad intermitente. Dan saltos de cuatro años en la línea de tiempo, y los ojos desapercibidos dan cuenta del mundial; se pasan por la galleta las leyes de la física, giran en sentido contrario las manecillas del reloj en Colombia y se cuentan por cientos de miles los muertos. Aclarado lo anterior, adelante. La excepción es, sin duda, el período comprendido entre 2002 y 2010.
Mano firme y corazón grande rezaba aquél incapaz de mentir (en privado). Me viene de repente la imagen de un puño estrujando entre sí un corazón de vaca, cubriéndola toda, la sangre a la mano, negra, teñida del fluido vital coagulado, extendiéndose sobre el antebrazo y descendiendo hasta el codo. La chusma maravillada no oculta su admiración, observa encantada el espectáculo, vitorea, pide más sangre, y en este episodio únicamente el indulto es concedido al matador. Brazos estirados en procura de manosearlo: sonrisa retorcida.
Cuatro años no son nada para disfrutar del reino en el que tendrán seguridad. Tenga la seguridad que nos robaremos hasta el último peso. Tenga la seguridad que sentaremos a algún aliado en todas las juntas directivas de las empresas que contratan con el Estado. Tenga la seguridad que de sobrar algo rasparemos la olla.
"Uribe es como esa novia de vereda a la que dejaron plantada en la puerta de la iglesia y que poco a poco se convirtió en la loca del pueblo." (@ABSURDA)
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