lunes, 12 de diciembre de 2011

LO RETO, PROFESOR JIMÉNEZ, A ENCONTRAR UN PÁRRAFO SUSCEPTIBLE DE SER LEÍDO EN ESTA ENTRADA.

A las diez de la mañana ya se han intercambiado los comentarios que antes se contenían en un día entero; la velocidad con que una noticia supera en popularidad a otra es intimidante. Y es la cantidad de contenidos lo que precisamente hace de esa avalancha informativa un tema inquietante. Su variedad, además. A la vez es posible discutir las gracias –entiéndase por gracia el excremento expulsado por un animal- de Juan Manuel Corzo, el estremecimiento que día a día sufre la estabilidad nacional a causa de la maldita niña o de la acción de la mano negra desmintiendo a las víctimas, incluso tiempo queda para cuchichear acerca de las rupturas sufridas por las parejas más reconocidas de Beverly Hills, Cali-fornia, ve, las de las de Colombia también, y del culo informe de una aspirante a diva. Los tiempos giran fatigados.
Todo lo anterior gracias a la velocidad con que se propagan las informaciones. Y, sin duda, las herramientas que más han contribuido a este hecho son las redes sociales –maldito sea el creador de tal mote-. No únicamente es posible enterarse de los hechos más distinguidos de la actualidad sino, en adición, encuentran su propia tribuna las actividades melifluas, lo que a nadie interesa, eso que nadie quiere saber. Maldición. Millones de opciones provechosas ofrecían estas herramientas como resultado de su utilización, sin embargo, lastimosamente, para nuestro dolor y el disfrute de los más, elegimos la peor de todas. En vez de tomar nuestro propio destino por el cuello y someterlo, triunfo de la consciencia, creando una identidad social competente, fértil intelectualmente para beneficio de la sociedad, hemos preferido abandonarnos a un sobresalto frenético en el que la zalamería y la idiotez son el lugar común. Rebaño vergonzante.
Mi primer contacto con las redes sociales tuvo ocasión en 2006. Y me tomaré la libertad de omitir, entre otros, al Messenger y demás artilugios, por así decirlo innombrables, carentes en absoluto de relevancia en este relato. Esta aclaración con el propósito de evitar que el lector desprevenido se extravíe en sus propias abstracciones y juzgue mi conocimiento e interés por estos instrumentos, indispensables hoy en día, más bien comparables con los de un neófito. Aunque esta aproximación no es del todo equivocada. Ya se dará cuenta usted del porqué. Retomando el relato abandonado, en 2006, un lustro atrás, más o menos, abandonándome a la incomodidad de una banca de parque –uno con nombre relativo a la realeza, en el que los policías que lo custodian, en lugar de perseguir a los pillos, le ofrecen unos cuadritos de papel higiénico con el ánimo de socorrer a las víctimas de apuñalamientos-, licenciosa es la concesión natural que para sí tiene el estudiante, extendiendo su mano para que tomara el cigarro de marihuana entre mis dedos, recriminaba mi amigo, “¿Y qué? ¿Nunca va a abrir una cuenta en feisbuc?”. Fingí no oírlo y aspiré una profunda y larga bocanada. “Lo que usted no sabe es que, deliberadamente, no me ha antojado incluirlo a usted”, pensé luego, aturdido –no sé si a causa del efecto del THC mezclándose en mi torrente sanguíneo o de lo insubstancial que me resultaba la conversación-.
Ahora bien, el miércoles inmediatamente anterior el profesor Camilo Jiménez, AKA @bocasdeceniza, dejó a todos quienes tuvimos la oportunidad de leer la última entrada en su blog, en primera instancia, boquiabiertos, ya fuera resultado de su lectura, indignante asombro o bien condescendiente solidaridad. El profesor Jiménez  explicaba en ésta los motivos que lo llevaron a renunciar a su cátedra Evaluación de Textos de No Ficción, en la Universidad Javeriana, palabras más palabras menos, porque sus estudiantes no son siquiera capaces de escribir un párrafo correctamente “Donde se atendieran los más básicos mandatos del lenguaje escrito –ortografía, sintaxis- y se cuidaran las mínimas normas de cortesía que quien escribe debe tener con su lector: claridad, economía, pertinencia.”, según sus propias palabras. En mi caso, debo decirlo, me siento completamente identificado con la crítica. En consecuencia, se hizo más conocido el texto gracias a su difusión en tuíter y, como si no fuera suficiente, fue publicado el viernes en El Tiempo a manera de columna de opinión. Como reguero de pólvora se explayó el alboroto. Las voces de protesta no se hicieron esperar y, en segunda instancia, se dio origen a un flujo de respuestas a la carta de renuncia del ahora afamado profesor y de respuestas a la respuesta, y así. Yo, como fiel miembro de mi generación, excelente ejemplar de este rebaño idiota y zalamero al que pertenezco, uno mi voz a las miles que alientan o crucifican al profesor Jiménez. Aunque, sea apreciada la aclaración, después de mucho reflexionar, me inclino también a pensar que el profesor Jiménez espera mucho más de lo que sus alumnos pueden dar. Un párrafo.
Recuerdo con claridad, hace unas cuantas semanas ya, un compañero de estudios en el colegio, Felipe Leal, actualmente profesor, de esas personas con las que rara vez nos cruzamos un saludo y, si por coincidencia nos llegamos a topar el uno con otro en la calle, apuesto mi vida, nos ignoraríamos, se quejaba de los disminuidos atributos intelectuales con los que sus estudiantes afrontaban su cátedra y, en general, todos sus demás complementos y requisitos. Sabrá Dios la especialidad a la que dedica sus esfuerzos este ilustre académico. Lo que sí me quedó claro es que para el profesor en cuestión no es suficiente con renegar de la inferioridad intelectual de sus estudiantes sin haberse ufanado antes de la profundidad explícita de sus lecturas. Entre otros, con el mentón bien en alto, cita a escritores como Jim Rohn, Wayne Dyer, Zig Ziglar y Larry Winget -gurú entre los midgets-, reconocidísimos autores de documentos editados a lo largo y ancho del mundo en el competido campo de la autoayuda. Extrañé, no obstante, la inclusión de Paulo Coelho en esta selecta lista. Omisiones de las que nunca estamos exentos a escapar. Eso sí, todos y cada uno de los productos de sus cavilaciones juiciosamente documentados en las redes sociales, desconociendo por completo el uso de tildes, puntuación, además de los mínimos menesteres exigidos a sus alumnos a tener en cuenta por parte del profesor Jiménez.
Le pregunto entonces a Camilo Jiménez, y espero no sea mucho el atrevimiento de mi parte, si nos hemos acostumbrado a que, incluso orgullosos y ávidos lectores a razón de un libro al mes en promedio, tal el caso del profesor Leal, no sean capaces de redactar una frase correctamente en ciento cuarenta caracteres, por qué hemos de reclamar el mismo trato al idioma en la extensión de un párrafo.
Definitivamente, el problema, ni más faltaba, no digo que sean las redes sociales -de no ser por estas herramientas, tuíter especialmente, la difusión de esta discusión se habría limitado al cerrado círculo de quienes a su haber tienen el oficio de la escritura, su hogar la academia- sino, por el contrario, sus participantes. Cuando no todos, una gran proporción de ellos. Usuarios, en exceso, de los gerundios como primera palabra en una frase; inseguros, creyendo como insuficiente un signo de admiración en el momento de dar emoción a sus enunciados; abusivos corsarios que hurtan los chistes de tuíter para correr a balar y congraciarse con su prole en feisbuc; COPIA ÉSTO EN TU MURO SI EN ALGUNA OCASIÓN HAS COMETIDO CUALQUIERA DE ESTOS ADEFESIOS.
Alarmante es, sin titubeos, que los comunicadores no sean capaces de redactar un párrafo si, en efecto, ese ha de ser su oficio, componer las sutilezas del lenguaje a partir del lenguaje de las sutilezas.
Así las cosas, profesor Jiménez, lo reto entonces a que encuentre un párrafo susceptible de ser leído en esta entrada.

jueves, 8 de diciembre de 2011

SI TE DECAPITÉ, YA NO ME ACUERDO. RETRATO DE UNA LEY ALCAHUETA.

Escoltados como Dios manda, a la usanza de las operaciones militares tradicionales, por una caravana de  representantes de las fuerzas del estado colombiano, tres sanguinarios líderes paramilitares, Salvatore Mancuso, Ramón Isaza e Iván Roberto Duque, el 28 de julio de 2004, atraviesan la vía que conduce desde Santa Fe de Ralito hacia el aeropuerto Los Garzones, Montería, donde una aeronave los esperaba para conducirlos, sin escalas, hacia una base militar en Bogotá, y de allí al Congreso, no obstante su terrorífico poder en el norte del territorio nacional, a reclamar su lugar en la historia.
A agitar sus manos, a dar cátedra, a ponerse en el lugar de Dios. A reprender a propios y extraños a causa de la ligereza con que se han redactado las leyes. No es justo que después de haber descuartizado y asesinado, de poner en riesgo su pellejo, se dieran el lujo los comandantes y prescindiesen de estrechar las manos de sus socios. Así reza el nuevo mantra de moda, buen heredípeta ingrato que es su autor, “no me crean tan pendejo”. Explica Mancuso ante el desfile de asesinos a sueldo contratados –directamente desde la oficina de envigado- para su protección, el origen de los grupos de autodefensa “de forma espontánea y en legítima defensa propia y de nuestras comunidades, (…) empujados al abismo de la guerra por el vacío de poder y la barbarie”. Animado por sus camaradas parlamentarios, no pierde ocasión, pues, de intimidar también a sus rivales, haciéndoles saber que el todopoderoso está de su lado, y añade “Que Dios, a través de nosotros, realice sus designios de paz para todos los colombianos.” Aunque, ventaja desde el punto de vista de sus enemigos, su aliado más poderoso sería calificado de imaginario. Bien podría, por el contrario, haber hecho alusión el comandante, subordinado del de los afectos de Salud, a la calidad de mesías de su benefactor.


Protegidos al amparo de una ley generosa, alcahueta, en el estricto sentido de la palabra, los jefes de las AUC, muy cómodos ellos, y reconfortados en la negligencia de un sistema de justicia incipiente, fortín del asesino y traficante, del débil, azote implacable, lavaban sus manos con las lágrimas de viudas, madres y huérfanos indefensos “yo no ordené ese asesinato”, y sorpresivamente, dando un giro inesperado, compensaban a sus víctimas, palmaditas en el hombro, “yo averiguaré”. De mala gana. Todo a través de telones sobre los que se proyectaba, a propósito, el pálido rostro de la ley.
Aquél bochornoso espectáculo interpretado por los consentidos del gobierno anterior. La asistencia a las víctimas, por su parte, en manos del establecimiento, es irrespetuosa. Psicólogos del CTI sugerían a los dolientes explicarle a los niños la muerte como una manifestación de la voluntad de Dios –no se olvide que Dios está del lado de los buenos-, queriéndoles decir “la culpa no la tiene nadie”, mermando todo arresto espontáneo y deliberado en detrimento de que esos niños alimenten cualquier resentimiento contra la milicia o a las autodefensas. Una barricada mental que evite a la verdad sobreponerse a toda la tierra que han amontonado sobre sí. Así entonces, disminuidas las víctimas, exhausto su orgullo después de atravesar el país, de cabo a rabo, rogando por clemencia y recibir a cambio portazos en sus narices, deshidratadas a causa del llanto ininterrumpido, les son restituidos algunos cortes transversales de vértebras y fémures fragmentarios, dos centímetros de diámetro describen los orificios perfectos que explican la causa de muerte en los cráneos, ocasionalmente. Dispuestos los restos en osarios demasiado grandes para ser depositados apropiadamente en las fosas de los cementerios públicos, pompa y circunstancia amenizan al son de una organeta.


Gracias a Dios, la política de seguridad democrática enfiló, sumados a los de la educación y la salud, sus esfuerzos y recursos a recuperar las zonas tomadas por la delincuencia. Brindar sosiego a la población civil dejando descansar sobre el regazo de un estado comprometido con la prosperidad todas sus angustias, a expensas de extender esa certidumbre por fuera del palacio presidencial.
Pese a transmutarse estas prácticas en una política de abuso en menoscabo del campesino, la seguridad favoreció el despojo de tierras, feria del latifundio para grandes terratenientes. ¿Quién mejor para aumentar su productividad? Con la bondad del político, dibujando sonrisas retorcidas en sus rostros, mirándolos por encima del hombro, fueron restituidas sus tierras a los campesinos cuando, en realidad, el aparato militar de la nación –ejército, armada y fuerza aérea- defiende la política del pillaje.
Corríjame si me equivoco, ¿no es peculado acaso en gravísima consideración, si no antes una actuación criminal intestina, la acción de destinar los recursos (de toda índole) de una nación aislada en la indigencia, al asesinato de líderes sociales y sindicales, campesinos, ejecuciones extrajudiciales de desempleados y drogadictos, lacra inmunda, lastre inútil con el que arrastra la sociedad, nunca objeto de programas sociales de rehabilitación, haciéndolos pasar por guerrilleros o paramilitares dados de baja en combate? Política de la sustracción. Menos mercenarios de los qué preocuparse; menos desempleados, tres mil aproximadamente; menos recursos destinados a inversión social; menos honestidad; menos amenazas terroristas marcadas en el pecho con la escarapela OPOSICIÓN. A menos que mi juicio sea arbitrario.
En resumen, identificada con el número 975, la Ley De Justicia Y Paz tenía por objeto principal, entre otros, al momento de su implementación en el año de 2005, “facilitar los procesos de paz y la reincorporación (…) a la vida civil de miembros de grupos armados al margen de la ley, garantizando los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación”. Nanay cucas. De eso tan bueno no dan ni cincuenta pesos de nada.
Miles de familias abandonadas a su muerte, al dolor de no saber qué es peor, si hallar entre matorrales el cuerpo de sus maridos, hijos y padres, decapitados, o, por el contrario, no tener ni idea de a dónde fueron a parar. Ésto no hay con qué repararlo. “Uno siente como una papaya atravesada en la garganta… las palabras no salen”, pienso; esbozo una sonrisa triste al caer en cuenta de lo ridículo y tropical que suena eso de la papaya, tratándose de asuntos tan delicados como es el de la paz.


domingo, 27 de noviembre de 2011

ALIADA DEL VIEJO DEL COSTAL

A Gloria.


Posaba de soplona en ocasiones, cuando al fondo de la calle se veía el viejo del costal escarbando entre la basura, amenazando ella con hacerle saber de mi mal comportamiento; él, sin remedio, se vería obligado a sacrificar el espacio ocupado antes por cualquier cachivache similar en tamaño a mi cuerpecito con el pretexto de llevarme dentro;  noble labor con la que cumple el viejo del costal: Evitar a toda costa la higiene personal mínima, requisito fundamental para ejercer, apartar a las madres atormentadas de sus hijos altaneros. Sonreía conmovida al ver mi carita de terror, mi mandíbula abierta de par en par. El reciclador, sin comprender muy bien el porqué de mi asombro atina a hacer una sonrisa macabra clavando su mirada en la mía; se rasca en medio de sus glúteos. Luego, la ternura de mami se transformaba en estremecimiento al estallar mi berrinche.
             El papel de histérica no le quedaba mal tampoco. Aprovechando cualquier descuido me perdía de su vista en el supermercado ocultándome tras los aparadores. “Juan Roberto, hijo… ¿Dónde te has metido?”, alzaba la voz ante las miradas curiosas, pasando de un pasillo a otro. A ella le importaba un bledo si era acusada de escandalosa o irresponsable; únicamente ampliaba su mirada de cabo a rabo, con la esperanza de que sus ojos se encontrasen con la imagen de su hijo cachetón. Y yo, insolente, sólo ahogaba mi risa poniéndome la mano sobre la boca, viéndola perder la razón desde mi escondite. Visiblemente arrepentido me aparecía por detrás de ella, halándole de su pantalón a la altura de la rodilla, para su alivio.
Soplona e histérica, son tan sólo un par de los personajes interpretados por ella a la fuerza, sí, porque eso es a lo que sabe ser madre, a caca, verse obligadas a vestir encima del de la gracia atuendos de los que no gustan –ni las madres, cuanto menos sus hijos-, disfraces que únicamente lucen y hacen gala si nosotros, los hijos, antes hemos decidido posar como cretinos.

Dios proveerá.

lunes, 14 de noviembre de 2011

DE NO CONSEGUIRSE LA PAZ, ¿QUÉ SE LE VA A HACER?

La evidencia es que los hechos no dejan asidero a duda alguna. El mundo se va a acabar hoy, mañana, si corremos con suerte pasado mañana, y las señales apocalípticas no cesan de ocupar los espacios de privilegio en medios de comunicación impresos y digitales: multitudinarias congregaciones civiles opositoras a los regímenes económicos impuestos a las malas en el viejo y obsoleto continente, súmele organizaciones estudiantiles en Latinoamérica, sin contar con las revoluciones patrocinadas por occidente acaecidas en oriente medio; es una pena el abandono y sometimiento que sufre el pueblo árabe, rico en teoría; corre el rumor, de que manga por hombro se acaba de arrebatar la riqueza de las manos a los dictadores con el objeto de ser ofrecida, a cambio de nada, a los tiranos demócratas, representantes de los valores británicos y franceses –valientes valores los que heredó a todos nosotros el venido a polvo imperio romano-; son tiempos de indignación. Hecatombe, ya lo creo, haciéndolo más familiar para el lector desprevenido.
Por variar, también nos ha dado por imitar la insatisfacción acá, sí, lar del asesino y traficante, concupiscencia y redención de la corrupción a la vez, Colombia tierra querida, estercolero de la moral. Colombia, ese lugar donde no provocan preocupación las inundaciones locales pero sí asustan los huracanes que golpean la costa este de la unión americana.
Y sí, cuando aún nos queda vida, antes de ser achicharrados por un asteroide colosal o ser desmembrados con motosierra nuestros cuerpos y dispuestos a reposar los residuos resultantes del procedimiento en el fondo del Cauca, es preciso hacer memoria.
Con gratitud recibimos la coincidencia, serán 23 años y unos días en que tuvo lugar la masacre en Segovia: Un grupo de paramilitares, liderados en ese entonces por el próspero ganadero actualmente radicado en Liverpool, Fidel Castaño, fuertemente armados irrumpieron en el pueblo con el propósito de asesinar, lista en mano, cualquier vestigio viviente de la UP, partido político de izquierda triunfador en las elecciones locales, bendición previa extendida por el bonachón presidente Belisario Betancur. Ráfagas de fuego fulguraron bajo el manto de penumbra en el que descansaba Segovia la noche del once de noviembre, antes de irse agotado 1988, una bota se encaja en los testículos de un perro curioso, en medio de los jadeos una pareja de amantes es sorprendida por los proyectiles mientras hacen el amor –aj, aj, aj… pum-, conquista y agitación reactiva equivocada, sangre que brota a borbotones por los agujeros salpica sobre el rostro de uno de los mercenarios inclementes, y una carcajada. Cuarenta y tres personas se cruzaron en el camino del escuadrón de paramilitares y del ex congresista César Pérez García, quien ordenó apretar el gatillo para su provecho político, diputado por Antioquia al momento de su captura, aliado incondicional del gobernador del departamento, Luis Alfredo Ramos.
No sobra preguntarse, en consecuencia, cuál es el motivo de haberle sugerido el gobierno de turno a los miembros que integraron la UP su inserción política, provenientes desde movimientos controvertibles como el PCC hasta las FARC, simplemente, con el objeto de hacerles creer su iniciativa como el primer paso hacia la reconciliación civil, cuando no pretendían más que aprovechar su visibilidad y llevar a cabo su malévolo plan, uno a uno, perseguirlos y ejecutarlos hasta marginarlos al exterminio.

Sin temor a equivocarme, las cualidades de Bernardo Jaramillo Ossa o José Antequera, de Pizarro incluso, no tienen nada que envidiarle a las de Álvaro Gómez Hurtado.



Un par de semanas atrás fue electo en Bogotá como alcalde mayor Gustavo Petro Urrego, reconocido menos por sus valientes denuncias desde su curul en el senado a las infiltraciones en el poder legislativo –bobo útil para el ejecutivo- de los paramilitares, a diferencia de su pasado como militante cobardón del M-19. Incipiente es la palabra que mejor describiría las elecciones inmediatamente anteriores, a pesar del gran fervor popular, de la agitación social, del inconformismo, el recién elegido alcalde mayor del distrito capital no obtuvo ni siquiera 800.000 votos, cerca del 30% de la votación local. Con razón, muchos preferimos seguir las elecciones desde casa, a través de la tele y tuíter, mejor que hacer arte en el circo, aunque sí me dolió no acercarme al puesto de votación, debo confesar, por vez primera desde que tengo edad para votar, pintarle unos bigotes al retrato del candidato uribista –sujeto ileso, sus electores miopes nunca le cobraron, paradójicamente, las losas defectuosas de Transmilenio que ya nos han costado más de $300.000 millones, y seguimos pagando-. No obstante la desidia, Bogotá ha demostrado tener una consciencia coherente con la realidad nacional y, durante tres períodos consecutivos la balanza se ha inclinado hacia la centro izquierda.



Sin embargo, después de obtenidos los resultados del ejercicio electoral, los inconformes dejan entrever el temor causado a partir de su derrota, atizan el fuego con sus provocaciones, alentados por columnas de opinión publicadas en nombre de personajes de ética proscrita y odio desmedido. Si de un lado los victoriosos no dejan de alardear y de pararle bolas a las provocaciones y, por su parte, los miembros del bando contrario no se oponen con ideas y argumentos -reconocidos por estar orgullosos de su virilidad, de pegarle en la cara a los maricas-, no nos queda mucho por esperar, como opinan muchos acerca del eterno anhelo de la paz, “qué se le va a hacer”.
La coyuntura que descansa en las manos de Petro es invaluable. Moreno y Garzón no fueron más que unos astutos oportunistas que no dejaron pasar de largo la ocasión de capitalizar el descontento general en votos, utilizando como plataforma al ya deteriorado Polo Democrático. El futuro alcalde de la ciudad es hijo y legítimo heredero de la única iniciativa de paz cívica que ha tenido la nación en 20 años, la séptima papeleta, a diferencia de Cano, persistente ideólogo de las FARC, cadáver insepulto, trofeo para el establecimiento y objeto del morbo popular.
    De seguir sus preceptos de justicia y equidad social, Petro se muestra desde ya como el más serio adversario en frustrar el anhelo de reelección de Santos, y el de la eventual re-reelección de Uribe.

lunes, 7 de noviembre de 2011

LA GRATITUD NO ES ALGO CON LO QUE SE CORRESPONDE A ALGUIEN A LA LIGERA

A Lucero.


No sé si signifique algo que una de las memorias más claras que aun atesoro de mi infancia es de un, no estoy seguro si soleado día, me cuesta recordar con exactitud, con el tiempo se acumulan más experiencias, desordenadas y enredadas, y así más revuelta la madeja de vivencias, unos hilos se enroscan sobre otros y se confunden, se cruzan, lo que en una ocasión fuese deleite para mi paladar podría ahora hacerse pasar por un episodio desagradabilísimo, y así; mi tía Lucero me besa en la mejilla. “¿Y sí estás feliz de volver al colegio después de disfrutar tus vacaciones?”. Luego de aprobar con relativa facilidad el primer año de transición entre el jardín de infantiles y el colegio, era promovido al primer grado de primaria. Pude simplemente levantar la mirada, hacer una mueca a manera de sonrisa, “Sí, cuento los días que hacen falta para volver,” mentí ingenuamente, “extraño a mis amigos, los juegos, las…”, “¿Qué materia es tu favorita?”, me interrumpió ella, entusiasmada. Me trago las ganas de hablar de las maestras y no dudo un instante en replicar: “Matemáticas y español”. Sonríe Lucero y me revuelve el cabello con la mano. Sabor a helado o torta de cumpleaños, es a lo que me sabe quizás el recuerdo de la primera vez en que llanamente mentí.
Caprichosas, tercas, enroscándose sobre sí y estirándose, serpientes apareándose, copulando a prisa, angustia e inminente finitud, trenzas de la memoria, me traen un gusto a salmón, y mi tía tirándome del pelo. “Sacúdase, m’hijo… si le contara de mi papá.” “¿El abuelo?” Me inclino hacia ella.
Y no puedo menos que abrir los ojos, en toda su amplitud como platos, y prestar atención, -corresponder  con lo que debía ser gratitud, en forma de reclamos y pataletas, altanería- a sus historias de hace mil años, experiencias y chistes flojos de sus hermanos y amigos, propios también, y, de nuevo, hilos de humo alzándose y cruzándose a su antojo, cigarrillos Pielroja y Marlboro Light, sendas tazas de café.     

NOTA DEL AUTOR: Me importa un pito si las serpientes copulan o no, en mi ficción sí lo hacen.

domingo, 30 de octubre de 2011

QUE SU VOTO NO SEA EN BALDE: YO ALCALDE.

Este documento, no obstante referirse exclusivamente a la campaña por la alcaldía de Bogotá, puede ser aprovechado consiente y voluntariamente por cualquier ciudadano responsable cuya intención de voto no esté influenciada aun por cualquier estímulo, llámele su antojo, ventaja económica, encuesta amañada o, por desdicha, a un impulso mamerto de cantina, respuesta al absolutismo fascista nutrido en el país gracias a una equivocada iniciativa de malhechores irresponsables que, en nombre de la justicia, siempre han cometido, cometen y cometerán vejámenes tan terribles como los atropellos que la inspiraron.


Como notará usted, el siguiente es un plan de gobierno especialmente diseñado para una ciudadanía cuyas necesidades han sido atendidas de forma incipiente, casi de mala gana; nuestra mayor preocupación es que no sólo sigan sin ser resueltas, sino que han de surgir algunas más que se sumen a la lista. Esto con el fin de generar la falsa impresión de que en algún momento, bien sea yo o cualquiera de mis contrincantes, que finalmente son de los míos, aliviaremos en alguna medida su malestar.
Sépase, si bien estamos sentados sobre una montaña de oro, somos pobres, y así persistirá nuestro devenir. Y para eso alzamos la voz: para asegurarnos de que niños, mujeres y ancianos sigan enterrando sus pies descalzos en este barrial, mezcla de lodo y sangre.
Llámeme amigo de mis amigos, y enemigo de todos ustedes a la vez.
Mi trayectoria habla por mí mismo; para su tranquilidad yo sí he administrado parqueaderos, he importado armas y he sido guerrillero. Que el deseo nuestro se haga ley. Publíquese, notifíquese, comuníquese y cúmplase.


CONTRATACIÓN
Conciudadanos, después de presenciar, inermes, que los más ricos se han apoderado de los recursos que con tanta dificultad los contribuyentes han aportado, permítaseme informar que crearé un Comité De Evaluación de Proyectos Y Posterior Adjudicación de Contratos Públicos, con el único propósito de garantizar que no haya, para bien, obra de infraestructura alguna que se inicie o se concluya; así las cosas, nadie tendrá motivo de queja ni mucho menos de celebración. Con tan fin, este Comité estará integrado por miembros de las juntas directivas de las empresas participantes en los concursos de adjudicación pública de contratos. Se eliminará la burocracia, paquidérmico entusiasmo el que han depositado en su gestión los empleados públicos, 20.000 trabajadores del distrito, de un puntapié, arrojados a la calle serán; con suficiencia mis amigos, más ricos se harán.
Del mismo modo, eliminaré los límites a los sobrecostos en los contratos, causando hemorragias incontrolables al erario.

CULTURA, RECREACIÓN Y DEPORTE
Estableceremos, después de perseguir y ejecutar a los teatreros, cuenteros, artesanos, y demás, la Agencia Para La Promoción De Industrias Culturales, donde abogados, periodistas y administradores de empresas desempleados encontrarán un espacio en el que harán de la cultura un negocio para su provecho y, por tanto, servirá de eje para detrimento del talento colombiano y dicha de los canales privados de televisión.
      Acabaremos, de una buena vez y por siempre, los espacios de sano esparcimiento y, emulando la noble iniciativa de Pedro Manrique, donaremos al Museo Nacional, aunque en contra de su voluntad, en especie de activo viviente a José Obdulio Gaviria, Gustavo Petro, Álvaro Uribe Vélez y Piedad Córdoba, todos tomados de las manitos, halándose de los pelos y las trenzas.
      La era de las comunicaciones digitales será incluida y, como habrán de suponer, algunos de mis compinches son propietarios también de  empresas de comunicación celular: ¡iPhones para todos, huevón! Pedro, Juan, María, Daniel, Ramoncito… todos, absolutamente todos van a tener el disfrute de desperdiciar sus vidas en el “feis” a cambio de pagar cómodas mensualidades, una bicoca nomás.
      Y, como si fuera poco, nos solidarizamos con los amantes de los eventos públicos; y destinaremos un espacio, a acordar –de entre estas posibilidades: el parqueadero de Unicentro o el terreno que en un futuro cercano va verse en la obligación de abandonar la Universidad de la Sabana-, como el escenario multipropósito para que los incautos sigan pagando tiquetes a valores estrambóticos para ver sobre el escenario todas esas bandas extranjeras que, al reconocer que su fama se les escapa por en medio de los dedos, y sus estados financieros matizan el rojo, se dignan a visitar a sus fieles fanáticos.
Para finalizar, dejaremos en el abandono absoluto al deporte. Parques y centros deportivos de alto rendimiento serán entregados en concesión, al igual que muchos colegios distritales ya han sido, a empresas privadas que, previamente, demuestren su idoneidad administrando canchas de esas, las de grama sintética, esas mismas de fútbol cinco. ¿Sí me hago entender?
Como gerente del IDRD nombraré a Wílder Medina, ejemplo para nuestros niños y jóvenes deportistas: No le niegues un pase a nadie.         

EDUCACIÓN
Y si bien la educación ha mejorado mucho gracias a FECODE, madriguera de maestros –de obra- ambiciosos que ni siquiera criar a sus propios hijos hacen bien ahora nos exigen privilegios, ampliaremos el número de jornadas a cuatro. Con esta estrategia innovadora que aprendí en la escuela de administración pública de Harvard, el número de cupos escolares añadidos al distrito será de 10.000 por cada colegio. Todas las ollas que hemos sabido proteger en alianza con la policía se harán de una mayor demanda de sus productos y, en efecto, a ningún colegio le harán falta sus jíbaros, dentro y fuera. Así las cosas, les digo: ¡Todos a la escuela! Incluso los universitarios que aún no dan el valor que se merece a EzHkRiViR KhOrReKtAmEnTe Ok333y!!!!!!!!!!
      Aún más, conciudadanos, si no ha de haber igualdad de condiciones para competir por los cupos para ingresar a las universidades más prestigiosas, hagamos de Bogotá la Universidad de la Vida donde, guardando las proporciones, serán las ollas aulas, lapiceros por puñales sustituiremos, que la dosis personal el refrigerio de nuestros estudiantes sea.  
     
INGRESO, COMPETITIVIDAD Y PRODUCTIVIDAD
Estimularemos la creación de más bancos que impulsen el establecimiento de nuevas empresas por parte de los ricos, y empleo mal pagado para la chusma.
      Si nuestro propósito ha de ser disminuir la cifra de desempleo pues, ¿Qué más? En vital alianza con la milicia, encargaremos a las agencias policivas y de inteligencia, lideradas por el DAS, la noble labor de ofrecer “Más trabajo, mejor pagado” a los desempleados menesterosos que mal habitan Soacha; prometemos que las cavidades oculares de sus hijos, padres y esposos servirán de refugio a moscas apestosas, sus entrañas como alimento para gusanos que habiten las fosas comunes; inevitable el destino de quienes con justicia o sin ella, sean acusados de rebelión.

MEDIO AMBIENTE
Se estimulará el consumo de combustibles intensivos en metano disminuyendo la base impositiva que, hasta el momento, los grava.
El damnificado y abandonado Río Bogotá será rehabilitado y se utilizará formalmente, de ahora en adelante, como depósito de cadáveres.
Todo usuario de bicicleta será perseguido y acusado de “hippie marihuanero”.

MOVILIDAD
Los bendecidos usuarios de transporte particular, fruto de la oración bienaventurados somos, no soportamos los estragos que causa la guerra del centavo un instante más. Es decir, arrebataremos el negocio del transporte a esos guaches malolientes y, por tanto, lo modificaremos por un sistema aún más inhumano y costoso; gestión que se civilizará implementando un sistema de recaudo con taquillas ubicadas estratégicamente en los puntos con mayor afluencia de usuarios que, en consecuencia, aumentará el costo de los tiquetes al menos en un 65%.
      Y de una buena vez: Olvídense del dichoso metro. ¿Para qué lo quieren? ¿Acaso para rayarlo y estropearlo escribiendo los números telefónicos de las vagabundas que frecuentan, sus nombres anglicados y el de sus parejas atravesados por una flecha, entornados por un corazón, o garabateando obscenidades, sobre el delicado terciopelo? Ya sus abuelos, lumpen despreciable, demostraron con sus excesos que ni tranvía querían el 9 de abril de 1948, día en que, por fortuna, se dio de baja a ese mueco despreciable, nombre de quien prefiero prescindir, por el momento.  
      Adicionalmente, suficiente se me ha insistido acerca de imitar la envidiable iniciativa de los cablemetros, tan exitosa en Medellín. Que sea éste entonces el vehículo que utilicen los malhechores para bajar de esas montañas peladas acá a la ciudad, a hacer de las suyas. Que sea ese el instrumento para extender la marginalidad a la prosperidad.
      Administraciones anteriores, asimismo, el abismo han acopiado esfuerzos y recursos para adelantar las imprescindibles obras del nuevo aeropuerto de Bogotá, adefesio que siempre combatiré. Como amante de las costumbres de antaño, me niego a que las papayeras y las familias que aguardan por sus seres queridos en la salida internacional re retiren antes de 3 horas, de pié, pasando saliva y clavando la mirada impaciente sobre los monitores que informan que el vuelo en el que se desplazaban a quienes esperan, aterrizó más de 2 horas ha.        
Mis queridos electores: Que se les vaya la vida en medio de coches y vendedores de chucherías, que a un embotellamiento su existencia se reduzca.

POLÍTICAS POBLACIONALES
Una ciudad más discriminatoria y exclusiva, no merecen ustedes menos, ni más faltaba. Voten por mí, encomiendo en ustedes la responsabilidad de echar a perder esta ciudad de nuevo, con la certeza de que no saben ni siquiera dónde podrían estar; les ofrezco aumentar su calidad de vida, les ofrezco más de lo que siempre han tenido, ¿Cómo sentirse defraudado? Incipiente atención a la primera infancia, altos índices de mortalidad infantil muy cercanos a los que registra África, consecuencia del maltrato y la negligencia, embarazos no planeados en adolescentes de extracción social humilde, maltrato intrafamiliar… etcétera; en resumen, a la población vulnerable, ancianos abandonados a su suerte, niños explotados que trabajan para el sector de la mendicidad organizada, homosexuales perseguidos, habitantes de la periferia metropolitana en general, les ofrecemos la oportunidad de sumarse a la indigencia y abandonar su existencia a acurrucarse sin pantalones en cualquier rincón abandonado a propinar aplicados pitazos a sus pipas de bazuco mientras la diarrea se desliza entre sus piernas espontáneamente.

SALUD
Entregaremos los hospitales del distrito como botín político a cuanto bribón hubiese tenido la bondad de financiar mi campaña o bien quitar de en medio a cualquiera de mis rivales. Y que no se diga que en mi administración no se le apostó a la salud, por supuesto, en contra.       Crearemos una EPS distrital aún más satánica que Saludcoop que sirva de cubil y refugio a nuestros secuaces perseguidos por eso que ustedes ingenuamente llaman ley; un lugar de creatividad y emprendimiento empresarial en donde el monopolio de la salud sea manoseado por quienquiera que ofrezca una cooperativa de su propiedad como distribuidora de medicamentos.
Además, y no menos importante, velaremos por una formación mediocre para los profesionales de la salud, asegurando con esto que hayan muchas manos mal formadas atendiendo mediocremente sus necesidades, tal y como debe ser, y como ha debido ser siempre.

SEGURIDAD

Abriremos, de par en par, las puertas de la ciudad al campo: Toda diligencia que a su cargo tenga la introducción de armas y/o estupefacientes a la ciudad serán escoltadas por miembros de la policía metropolitana. No se estropeará el tráfico. Aumentaremos la importación de armas. Que se recuerde éste como el gobierno de “armas tomar”.
Para proteger, entre quinientos y mil borrachos que visitan la T cada día, destinaremos el mismo número de efectivos, mientras se matan pandilleros unos a otros en la montaña. Ya que la seguridad estará concentrada en puntos importantes, permitiendo la tranquilidad de quienes más lo necesitan, todo ciudadano, además, que no cuente con recursos suficientes para adquirir un arma en el mercado negro por su cuenta, tendrá derecho a lecciones de seguridad personal –break dance fighting- con el espíritu de que cada uno esté en capacidad de enfrentarse, como mejor pueda, a las ínfimas amenazas de las que frecuentemente se quejan, tales como el homicidio, contra la extorsión, el narcotráfico, para evitar el fleteo y el hurto a bancos, automóviles, residencias y establecimientos de comercio en general y crímenes sexuales, aunque sean en su mayoría producto de infundada paranoia. Recuerden, es por una buena causa; los ciudadanos que realmente lo necesitan les agradecerán.
      Contra los delitos sexuales comisionaremos un grupo elite de observación que penalice con trabajo comunitario de carácter sexual, por supuesto, a toda mujer que vista provocativamente y, a su vez, se encargará de pinchar los ojos a hombres libidinosos a quienes se identifique con dificultades para apartar la mirada de escotes pronunciados.




Me da igual lo que se le venga encima a este estercolero. Hoy no salgo a votar. No sea que se me haga el milagrito y gane.
Moriría de risa tan sólo con la posibilidad de imaginar que las personas que tenemos por costumbre votar, quienes en este preciso instante nos cuestionamos la viabilidad política de cualquiera de los candidatos que se presentan a la contienda electoral, se abstuviesen de hacerlo, en detrimento de la afluencia en los comicios, a cambio de hundir sus traseros en el sofá de sus casas a ver transmisiones de partidos de fútbol pertenecientes a la Premier League o, mejor aún, por escaparse a comer almojábana con chocolate. Si, sistemáticamente practicáramos el procedimiento descrito, y, si aún de este modo resultase elegido el nuevo alcalde con una votación equivalente a la que registró un concejal promedio en las elecciones distritales pasadas, las que tuvieron ocasión en 2007 de elegir a Samuel Moreno, nos engañarían descaradamente anunciando un nuevo record de votación. Es más que evidente que ni siquiera tendrían la decencia de quemar todos los sufragios falsos que ya están listos y marcados, las planillas fraudulentas que describirían la jornada como normal, que ahora descansan en una bodega esperando a ser distribuidas a lo largo y ancho de la ciudad, en los puestos de votación más influyentes, mañana en la tarde.

martes, 18 de octubre de 2011

UNA CAJA FUERTE, CRÉDITOS HIPOTECARIOS, UN DRY MARTINI Y CORBATAS HERMÈS.

Permítaseme entretenerme con este asunto. Tuvo lugar en 2006, en la mesa de dinero de un banco, uno que contaba no con el suficiente prestigio como para ser considerado competitivo, pero sí con el mínimo para aplastar las cabezas de sus incautos clientes, y, hacer negocios y transacciones de capitales sin ninguna responsabilidad, nombre del cual prefiero prescindir, cuando un miércoles de semana santa, una mañana de esas en las que la inmovilidad del mercado abofetea las caras largas a todos los presentes; paradójicamente, a causa de la ilusión en el disfrute de cuatro días de merecido receso que se vienen, la amenaza de lluvia que flota junto a las nubes espesas que se posan, pesadas y grises, eléctricas, sobre el edificio del banco, no parece estropear los planes a ninguno; mientras unos visitarán sus fincas de recreo o a algún familiar que vive en cualquier otra ciudad, yo me conformaré con hundirle el pene a mi novia durante, al menos, tres días, sin detenerme no más que para comer u orinar, beber cerveza, o simplemente levantarme de la cama para traer del cuarto de baño el rollo de papel higiénico con el que limpiaré la esperma que, después de ser eyaculada sobre su barriga o senos, persista en permanecer alojado en su ombligo o entre los pliegues de su abdomen.
Después de las diez de la mañana, un tipo absolutamente calvo, de tratarse de sentarse frente a las pantallas de información y sistemas transaccionales y negociación, el más impulsivo, presa del aburrimiento, no  encontró escape diferente a idearse un swap tan exótico como ventajoso. Sabrá el lector perdonar mi mala memoria, pero no recuerdo los pormenores del negocio que proponía el gerente pues, para ese entonces, era menos que un aprendiz -mucho tiempo hace-. En todo caso, vía Reuters no obstante, le ofreció la operación a un puñado de bancos. La transacción, si mal no recuerdo, era algo así como un pago en pesos a una tasa 100pb por encima de lo que pagaba el Banco de la República en subastas de expansión para ese entonces, contra un cobro a una tasa muy superior a la ofrecida en las subastas por el mismo banco central, una tasa x. De lo que sí no me cabe duda, es que el sujeto calvo esperaba un aumento en las tasas de expansión monetaria del República superior a 100pb en tanto tuviese vigencia el contrato. No hubo contestación por parte de ningún banco, sin embargo. Los boletines habituales en CNBC no daban muestras de un día fuera de lo común: Una rubia urraca recitando de memoria, como si se los dictaran desde la Casa Blanca, desprestigios contra Charles Prince, mientras el ticker agota las posibilidades de echar de menos el yield de las notas del tesoro americano, el dow, nasdaq, índices de bolsas de otros países, la tasa de todas las divisas que componen el dxy, precios de acciones… bah, en fin, cualesquiera de entre esas cosas de las que es menester ocuparse en el mercado de capitales; la continuidad en las tendencias predichas que dibujaba Bloomberg indicaba que íbamos a abandonar nuestras obligaciones a la hora planeada. “Fíjese bien, pollo. En el mercado, todos estos mal llamados traders, ni idea de hacer bien un nudo de corbata tienen.”, sonreía, a la vez que arrugaba la frente Mateo, sin quitar la mirada de la pantalla.
Practicar, con desdén, lanzamientos de golf con un paraguas, escupiendo improperios entre tiro y tiro, resultaba más regocijante para Mateo. Muy descontento por la poca acogida de su negocio, el aplicado trader, garabateó unas líneas y unos números sobre un papel legal -de los amarillos con renglones verdes- con el propósito de confirmar la coherencia de sus cálculos. La precisión de la estructuración era tan ajustada como sus lanzamientos con el paraguas, los cuáles hacían que el paraguas rozara únicamente la alfombra del lugar. Ochocientos millones de lanzamientos imaginarios con el paraguas tuvieron que suceder para que, de repente, se oyera el bip característico del Reuters. “Respuesta”, piensa el calvo. Sobre la pantalla se lee lo que responde Bancolombia:
- HI HI FRD QUÉ ES ESO, MASTER???? –, cuestionaba la confundida
contraparte.
- Un swap, m´hijo… ¿No entiende? – replica con más angustia que frustración, Master.
Silencio total en la mesa. Incluso se llegó a pensar en que Master estaba orate por completo. Otro bip en Reuters.
- HI HI FRD
- HI FRD – responde con apatía Master.
- Explícame por favor, no te entiendo – reclamaba un incauto trader del Bogotá.
- BIBI FRD TKS – termina Master, sin siquiera molestarse en dar a entender.
Lastimosamente, un muy buen negocio desperdiciado porque nadie lo comprendió. Porque sí, es cierto, en los bancos casi nadie sabe de qué se trata el negocio, los cajeros creen que se trata de recibir pagos por servicios y consignaciones y de mantener a salvo una caja fuerte; los vendedores de productos financieros y los analistas de crédito no ven más allá de la posibilidad de empeñar su existencia a cambio de un crédito hipotecario y, más arriba, entre los analistas técnicos y los traders y los gerentes, más vale un dry Martini que descanse sobre una mesa de mármol a dejar derramar éste sobre una corbata Hermès como consecuencia del descuido de no haberla retirado del pecho para dejarla colgar sobre la espalda.
Enojado e incómodo, Master se dirigió hacia el guardarropas de tesorería, después de abrirlo de un tirón con su mano derecha, dejó el paraguas en el fondo y, acto seguido, tomó su chaqueta guardada ahí dentro. Cierra de un golpe el armario, se despide de unos cuantos no sin antes enterarlos de sus planes para el fin de semana largo, consulta su cronógrafo Omega y decide que es mejor jugar golf a lidiar con la desidia del mercado, cuando apenas eran las once de la mañana.







sábado, 10 de septiembre de 2011

OTRA PELÍCULA GRINGA IDIOTA

“… Levántate hijo, se te hizo tarde”. Me sacudía en el hombro mi mamá. Pese a que mis párpados se resistían a despegarse, no había olvidado que sería un día importante si me defendía con pericia. Y defenderme, sí, de tres parciales, un tridente infernal con el que la universidad no desperdiciaría ocasión en agujerearme el entusiasmo, y de paso el culo, de permitírselo. Macroeconomía I, Estadística Diferencial y, la más satánica de todas: Optimización I, la razón por la que muchos habían abandonado la carrera y otros tantos se hacían viejos resistiéndose a Luis Alejandro, un matemático de la Nacional que despreciaba a todos y cada uno de sus burgueses alumnos. Hacía bien, en la Sabana únicamente estudiamos burgueses frívolos, y aspirantes a burgués también, carentes de espíritu, jóvenes infames sin una pizca de apetito consciente por la realidad.
Doy media vuelta sobre la cama y me dejo enrollar entre las sábanas. Estiro la mano como un ciego, los dedos abiertos y los ojos no, buscando el control remoto del televisor sobre la mesita, tropieza mi torpe mano con un vaso que hasta la noche anterior contenía agua; el estruendo del vaso chocando contra el piso de madera me estremece y, pum, abro los ojos. Lo primero que veo es el radio-reloj que marca las 2:27AM. Sacudo la cabeza con incredulidad y froto mis manos en los ojos. Me pongo en pie de un salto y me dirijo a reclamarle a mi mamá por haberme despertado a esta hora. “En la madrugada hubo un corte en el fluido eléctrico, hijo”, me explicó mientras me extendía una taza de café negro sin azúcar, como debe ser. Giró sobre sí para ocuparse en los huevos revueltos que yo habría de comer minutos más tarde. “Bueno”, pensé, “eso explica que el radio-reloj marcara las 2:27AM, y que la electricidad se restableció hace dos horas y veintisiete minutos.”. Además de los huevos y el café también comí leche con cereal. Volví a mi habitación tan pronto terminé con el desayuno y reanudé la búsqueda del control remoto. En la mesita de noche no aparecía, ni encima ni al interior del cajón, donde busqué tres veces antes de cerrarlo definitivamente. Revolví las cobijas, las alcé sobre mi cabeza, las sacudí una tras otra y tiré al suelo resignado. Me apoyé sobre mis manos y rodillas para buscar bajo la cama, y ahí estaba ocultándose en el fondo de un zapato. Me apresuré a tomarlo y lo apunté hacia la TV; al encenderse ésta, el canal sintonizado era MTV y pasaban el video de Chase The Sun interpretada por Planet Funk. Abandoné a la habitación como única audiencia del televisor. Me saqué la ropa de encima y me dí una ducha corta cantando, “I’m flying away, Running like the wind, As I chase the sun”. Y, si bien es cierto que masturbarme sería útil en tanto que mi propósito es quitarme la ansiedad de encima, no cuento con tiempo suficiente para desarrollar tan delicado procedimiento y me limito a sacudir el pito.
Al terminar de vestirme ya el reloj de la cocina marcaba las 5:57AM, me rindió el tiempo considerando que perdí casi 10 minutos buscando el control remoto del televisor. Tiempo suficiente para tomar el transporte público y llegar antes de las siete a la universidad; no sería capaz de enfrentarme al primer parcial, el de Estadística Diferencial, sin antes fumarme un cigarrillo.

Aunque el sol se levantaba y la cuidad despertaba, mi compañero de lugar en el bus seguía soñando y dejando caer sus babas sobre su brazo. Unos pálidos rayos de sol se filtraban por la cortina que antes había cerrado el bello durmiente –quien ocupaba el puesto de la ventana-. Me apeé del bus y una larga fila de gente se formaba a la entrada de la universidad: Un arrogante vigilante, no obstante ser semana de parciales, se empecinaba en que todos y cada uno de los afanados estudiantes le enseñaran su identificación y, de paso, algo de colaboración y educación. Desenfundé mi documento con tal de ser admitido mi ingreso. Me dirigí al edificio E y, antes de reunirme con mis compañeros, fumé un cigarro, sentado en el suelo, dejando que el sol me calentara las piernas y me fastidiase la visión. Arrojé la colilla en una caneca y apagué el MiniDisc –que reproducía, hasta ese instante, una mezcla de Dave Seaman-. Subí las escaleras, busqué el salón y me apropié de una silla en la primera fila. Me puse de pié de inmediato, pues el profesor no llegaba aún y necesitaba orinar; los nervios me estaban matando. Desocupé mi vejiga y dí un suspiro alentador para mí mismo. Volví al salón y el profesor ya estaba ahí, apoyado en su atril [aclaración, en la Sabana cada salón cuanta con un atril para que el profesor que así lo requiera dirija discursos, emulando a un dictador orando a sus oprimidos lacayos] flirteando con una estudiante que, ni corta ni perezosa, dejaba entrever que no vestía sujetador esa mañana. Llegado el momento, el lujurioso docente entregó la baraja de exámenes a quienes nos ubicábamos en la primera fila. Tomé el grueso paquete entre mis manos, elegí uno para mí, y pasé los demás a quien se ubicaba tras de mí, sin siquiera mirarlo, o mirarla. Tablas T, campanas Gauss, muestras ordenadas simples, con repetición y sin ella, en fin. Terminé antes que todos los demás, en realidad fue más fácil de lo que imaginé. Así que, consciente de que no podía darme el lujo de desperdiciar un minuto, busqué una mesa disponible, alejada de los bulliciosos jovencitos, y abrí mi libro de Krugman; el parcial de Macroeconomía I aguardaba por mí. En medio de índices inflacionarios, fiat, M1, M2, y demás, se me agotaba la iniciativa; observé a Daniel Medina que caminaba como sin saber hacia dónde ir, no le quité la mirada de encima, él lo notó y se acercó a mí con cara de “a que no sabes”. “Marica”, me saludó, “¿si se enteró?”. Sólo inquirí levantado mis cejas. “Acaba de estrellarse un avión en el World Trade Center”, me informó. Estiré mi brazo izquierdo con tal de revisar mi reloj pulsera, como si no me interesara lo que acababa de decirme. Silencio. “¿Macro?”, preguntó Daniel. Asentí no más. “Después me explica, marica.” Dijo Medina, levantándose, para dirigirse así a la máquina expendedora de snacks. Se perdió de mi vista y volví a sumergirme en mi materia de estudio. A pesar de no sentirme a gusto con lo que sabía para el parcial, cierro el libro y reviso la hora de nuevo, mis pensamientos no son tímidos y se mezclan con mis conocimientos, “Habrá de haber sido algún piloto de avioneta extraviado”, pienso, sin darle muchas vueltas al asunto. Faltan tan sólo 5 minutos para que sean las 9AM, guardo mi libro en la mochila y me dirijo al Edificio G, donde debo acudir al parcial de Macro. Cuando llego al salón me sorprende que está más concurrido que de costumbre. Me abro paso entre la muchedumbre y están Germán, el profesor de Macro, el decano de la facultad (no me pregunten su nombre, nunca lo supe), y otros estudiantes mirando al televisor que, en una esquina del salón, sirve como apoyo audiovisual y, en este caso, como portador de malas nuevas. Para mi sorpresa, no es una avioneta lo que ha chocado contra una de las torres gemelas del World Trade Center en New York, es un avión comercial, en cambio, un Boeing 757 según informaciones de NBC. El edificio norte fuma copiosamente. Miradas atónitas. La imagen que proyecta el televisor no cambia durante varios minutos, únicamente cuando la transmisión se dirige hacia las preguntas que se hacen en tierra los inquietos periodistas, “Excuse me, sir. Did you see what happen?”. Negativas. La gente no puede menos que alejarse del lugar. Ente tanto, los periodistas en estudio no saben más que hacer conjeturas, especulación sin sentido y confiar en el informe que se transmite desde un tímido helicóptero que se confunde entre el humo cuando, de repente, se vé un avión volando sospechosamente bajo, acercándose al lugar del apocalipsis y, pum, entra por un costado de la torre sur para salir convertido al otro lado en una bola de fuego. Una bola de fuego, un sol, qué digo yo. “Another collison”, dicen en NBC, y silencio. En el salón de clases, el asombro y las bocas abiertas son interrumpidas por un sonoro “Hijo’e puta” que sabrá Dios quién lo escupió. Ni siquiera el decano se atrevió a reprender.



martes, 16 de agosto de 2011

CAPÍTULO I

Conversaba agitadamente por teléfono.
Me costó un mundo comunicarme, ah Dios… sólo él sabe cuánto tuve que sufrir para  que la maldita telefonistaoperadora esa de mierda, me colocara la cita para el puto exámen de la citología esa de mierda,  mañana. Pausa de tres segundos eternos, suficientes para que la vieja pelirroja se callara de una vez, dejara el vaso que sostuviese lleno de gin hasta ese instante, vacío sobre la repisa del piano, agarrase su pelo para arrojarlo en seguida, como si le hubiese punzado al sentirlo la palma de su mano, y, después de soltar un suspiro afligido, buscara su mano libre el cuerno del teléfono que agarraba con la otra. Marta, Marta, me dices. Responde con orgullo –aunque preferiría hacerlo con ironía- Marta.
VÉ Y UNDE EL DILDO QUE HE DE COMPRAR EN EL HEDIONDO PELUDO BOTAGREDA OCULTO TRAS ESE ROSADO CARNE-DE-CERDO  ESTRIADO CULO DE TU PUTA MADRE, MARTA, no me importa, qué cuerno vas a importar rufianea  roñosa rigorosa resplandeciente rastrera rata ta tata resobadaresobrada ríoquetellevaqueteríascuandotejoda robertorockandroll ru ru, mi sol.
Yo le diría eso si estuviese del otro lado del teléfono. No daría mi brazo a torcer frente a ninguna petición de esta vacateta. Que abra sus piernas cuando deba y que las cierre cuando le convenga. Pchssst. Estoy dejando caer la ceniza de mi cigarro sobre el descansabrazos del sofá. Luce costoso, es de cuero curtido por el sudor de los brazos y los culos, el licor y los demás refrescos y las viandas que han caído sobre él, el sol, la ceniza torpe que saltó de mi cigarro, en fin, es mejor fingir sorpresa, después vergüenza y enmendar el destrozo con el mayor interés e idoneidad -lo hago a la vez que sospecho que alguien me observa, trato de rastrear con el rabo de mi ojo izquierdo sin tener éxito, en seguida, con ambos ojos y cautelosa atención vigilo y sigo el procedimiento que hace efectivo mi mano, primero recogiendo las cenizas derramadas en la enmendadura entre el cojín y el descansabrazos, después arrojándolas en el fondo de un tarro de metal  de mentas inglesas que menester de servir como cenicero, con gentileza recibía la carga de mi culpa y, en efecto, las cenizas depositadas allí a propósito-, mejor me incorporo y exclamo un suspiro a pulmón lleno en tanto me he dado cuenta de que mi presencia no ha sido notada sólo cuando inclino mi cabeza hacia el auditorio, y veo un boceto naturaleza-muerta repugnancia todo, hasta respirar, hasta el tuétano; desvío mi mirada a la derecha, al otro extremo del sofá, veo improperios eyaculados por la boca del gordo con sonrisa de guasón en forma de gotas de saliva cargadas con minúsculas partículas de chitos que se estrellan y se derramanpegan en toda la ridiculez de la cara de la tortuga esa que soporta (el maltrato) (las ofensas) sólo por evitarse que el tipo oriental con quien salía intentara de nuevo romperle una botella sobre la cara cuando volviera a descubrir que le seguía siendo infiel; desde la silla perpendicular al otro extremo del sofá, enfrente a la integridad orgullosa del piano, expulsados, desde las tetas… las tetas… las tetas que cuelgan del pecho de la perra… un momento… no, desde la boca más seductora jamás imaginable cuando está cerrada, y la más inaceptable cuando expulsa sus acostumbrados berridos insoportables para terminar siempre fingiendo su carcajada insoportable, hacia la chica rubia inclinada, apoyada en una rodilla mirándola con indiferencia a la vez que acerca una mano a recoger un encendedor desechable, segundos antes, dejado caer al piso, al lado de mis inquietos pies; mi interés por la rubia es distraído y alzo de nuevo la mirada, frente a mí señalándome, de pie, dándole la espalda al otro sofá, risotadas y choques de copas forzados entre dos viejos amigos y Marta, de sapo, de rana, de lo que sea, entrometida y morronga, cómo no, en frente de mí al otro lado de la habitación, clásico; vómito que salta desde el otro rincón de la habitación y cae sobre la tortuga, clásico de la perra maldita Marta; la rubia se incorpora y, de un salto, está en medio del compás que describen mis piernas abiertas, me mira, hace una mueca que no estoy seguro si se deba a la lástima que le causa que se ha estropeado toda la parafernalia interpretada a gusto del culo agotado de la tortuga y un litro de vómito, permítaseme aumentar el concepto de éste como: obediente con rigor a la gravedad, presuroso por abandonar su sitio de encefalizaje y serenamente, recubre la piel del pecho y los hombros y los brazos no protegida por el vestido noapruebadevomitones con la hedionda caricia de las gotas espesas, los chorros abarrotados de suciedad y, puaj… ¿Qué el demonio son tales saetas rojas entre el vómito que se distingue sobre las mejillas rojas de la menospreciada tortuga?... carajo, sangre. Es, en verdad, lastimoso, descifrar que la tortuga obstinadamente mira al piso para no perder el control (se da ánimo convenciéndose de que si no pierde de vista el piso no habrá lugar a caer), no tanto como admirarme tirado en el sofá mirándola (a la rubia), sonriéndole; se da media vuelta, se acerca a la insoportable y le dice algo al oído, pero no me logro enterar de lo que sucede, hasta que la insoportable saca un espejito de su cartera y se lo entrega a la rubia que presurosa, corre hacia el baño a ofrecerle un pase a la metralleta de nausea que asumo es Marta, porque es la única que hace falta.

MalditaMartapuercaputrefactasidosaculoderatagonorrealetrinadecualquierazongaputona… hasta  uribista será. De inmediato, las mujeres corren y se acuartelan en el baño en pos de socorrer a malditaMarta; en realidad, una, la rubia, que como amazona se armó de tres adictas más –la insoportable, la tortuga, que preferiría aspirar un poco de las delicias proporcionadas por el buen Uncle Fester, reconocido traficante de cocaína en Bogotá, y otra que salía corriendo de la cocina para unirse después de sentir el grito de batalla que emitía su camarada; a decir verdad, no había visto antes a la que permanecía en la cocina; rubia y séquito seducidas por la responsabilidad de mantener en pie a una valiente caída en combate y, de paso, a ellas mismas.
Ante la inesperada ausencia de las damas la atención se dispersa de nuevo y sigo tendido sobre el sofá y de nuevo me doy cuenta que nadie ha notado mi presencia, nadie en absoluto, nadie durante mi último lagerlagerlagershoutingmegamegawhitethingmegamega. Alguien me observaba, de eso estoy seguro.

sábado, 13 de agosto de 2011

COMPORTAMIENTOS ERÓTICOS Y DAMAS [Y DEMÁS]

A lo que con desdén, respondí. -No os mentiré, pero os ruego camaradas, abstenerse de mencionar mi nombre como fuente de información, porque un caballero no hace manifiestas opiniones acerca de comportamientos eróticos sostenidos con ninguna dama y, no quepa la menor duda en que soy un caballero, no obstante, Marta no es ninguna dama-.
-Bah!-, me escupe en la cara el rey de las burlas de turno. -¿No habríais acaso hecho público vuestro amor por ésta a quien llamabais ninguna dama, frente a todos nosotros, quienes os acompañamos ahora que tiene lugar vuestro segundo aire?-, continúa, agitando su brazo delante de mí.
Parezco encogerme ante la imponencia del gordo pusilánime levantándose sobre mí  pero, en realidad, siento profunda repulsión por su farsante protocolo. Miro alrededor como si pidiera auxilio atrapando la atención de alguien más. Heroicamente, la mirada de Parada aguardaba por la mía, por suerte no la dejo escapar y, prosigo. -En tanto lo que respecta a lo que os interesa, lo que recuerdo de los comportamientos eróticos sostenidos con la tan exhortada… hmmm… digamos, sólo en esta oportunidad, dama, no hacen parte de mis hot reminds.–, me previne, después de rascar mi ceja izquierda, con la mirada clavada en los ojos de Rafael Parada.
Éste último, perplejo, a causa de la severidad en mis afirmaciones, así como respondería un resorte, se incorporó con el brazo con que sostuviese el vaso rebosante de hielo recubierto por licor en alto, ofreció su copa a la audiencia dejando escapar una de sus acostumbradas sutilezas, no sin antes beber un largo trago: -… apresuraos pues amigos a beber, porque las tantas maravillas que retumbaban insistentes y ávidas de atención dentro de vuestros tímpanos, presumía la bondad obvia de las habilidades concupiscentes de Marta, sin ni siquiera ser probables ciertas.-, terminó aplastando el vaso con la fuerza de su mano, en el troquel propio que coincidía con la forma del terraplén que agarrase y, sobre este terraplén de nuestro ferrocarril ha caído un rayo, afectando sus carriles en dos lugares, A y B, muy alejados uno de otro. Y agrego ahora la afirmación de que estas dos descargas se han producido simultáneamente. Si yo ahora te pregunto, querido lector, si esta afirmación tiene algún sentido, me responderás con un “sí” convencido. Pero si yo ahora me acerco a ti con el ruego de que me expliques con más detalle el sentido de dicha afirmación, advertirás, tras cierta reflexión, que la respuesta a esta pregunta no es tan simple como a primera vista parece.      
Con advertidas necesidades de atención, el gordo me sacude del hombro con su insolente brazo. -¿Os atrevéis entonces tú, molesto animal pusilánime, a hacer manifiestas opiniones acerca de los comportamientos eróticos que habéis sostenido con esta “dama”?–, me suelta y, pronosticado plegado facial, arruga su frente y, ufana su sonrisa guasona… y enclenque.
Pero en realidad (visto desde el terraplén ) dicho observador corre al encuentro del rayo de luz procedente de B y huye delante del rayo de luz que proviene de A. Por consiguiente, verá antes el rayo de luz procedente de B que el que proviene de A.
-¿Manifiestas opiniones habéis hecho vos últimamente?-, fatigando la importancia del tema, respondo a la pregunta con otra pregunta.
Ojos bien abiertos, la cara del rollizo petulante, paranoica, se estira. Boca bien abierta, y una vena rota, babas más que suficientes para llenar tres canecas. Sonrisa guasona bien abierta, muchas veces resulta conveniente no preguntarse si estará mal aparentar sentirse inhumano.
-Entiendo que Antonia Zúñiga administra mamadas de epopeya.-, prosigo, sin dejarlo hablar. Bebo de mi terraplén y complemento. –¿Cómo es aquello de sentirse satisfecho en la cama?-, río nostálgicamente.
Los murmullos inundaban la atmósfera de humo de cigarros. No tengo contacto con Antonia pero en la tarjeta de memoria de mi teléfono guardo su número, no vacilo en buscarlo, es el primero de la lista (por orden alfabético, justo antes de Aziz Hodjaev, un musulmán homosexual que conocí en Inglaterra con quien, por fortuna, rompí contacto bastante hace), marcación. Alargo el brazo hacia Parada entregándole el celular, con el propósito que suavice el tono de la sugestión. Entusiasta no se niega éste a manipular la conspiración.
¿Cómo hallar el lugar y el tiempo de un suceso con relación al tren cuando se conocen el lugar y el tiempo del suceso con respecto al terraplén?
No se hizo esperar más que lo necesario el gordo estriado, y al tener ocasión el tercer timbrazo ya le había arrebatado el aparato telefónico a Parada con tal de interrumpir el intento de comunicación. A lo que éste reaccionó, no sin antes tragar un poco de saliva provocada. –Cálmate, hombre, mesúrate, pareciera antes que no te agrada que te llamen al celular.- Indaga socarronamente Parada. –Han dado harta lata en tu teléfono personal en más de siete oportunidades,- y, era cierto, cómplices risotadas eran el resultado de contar una tras otra las ocasiones en que Olga, la madre de Roland, intentaba enterarse de la suerte que corría su hijo, extraordinaria oportunidad para destapar la olla, y preguntarme para que todos oyeran, -Hey, Denis, ¿Acaso sería Olga quien llamaba a Roland Gilberto?
-No ha de cambiar Olga sus viejas costumbres si, a su vez, su hijo no ha tenido una iniciativa de este carácter.- Replico sin pensar y mirando fijamente a Roland mientras , éste, bueno, no éste, sino lo que lo hace lucir cuchillos en lugar de dientes, abandona su mirada a la voluntad de su vacilante y pendulante cabeza.
La masa pesante y la masa inercial de un cuerpo son iguales.
Entre tanto, Parada me festeja la estocada estirando verticalmente su mano, sugiriéndome gestar un aplauso, chocando la palma de mi mano con la suya.