A lo que con desdén, respondí. -No os mentiré, pero os ruego camaradas, abstenerse de mencionar mi nombre como fuente de información, porque un caballero no hace manifiestas opiniones acerca de comportamientos eróticos sostenidos con ninguna dama y, no quepa la menor duda en que soy un caballero, no obstante, Marta no es ninguna dama-.
-Bah!-, me escupe en la cara el rey de las burlas de turno. -¿No habríais acaso hecho público vuestro amor por ésta a quien llamabais ninguna dama, frente a todos nosotros, quienes os acompañamos ahora que tiene lugar vuestro segundo aire?-, continúa, agitando su brazo delante de mí.
Parezco encogerme ante la imponencia del gordo pusilánime levantándose sobre mí pero, en realidad, siento profunda repulsión por su farsante protocolo. Miro alrededor como si pidiera auxilio atrapando la atención de alguien más. Heroicamente, la mirada de Parada aguardaba por la mía, por suerte no la dejo escapar y, prosigo. -En tanto lo que respecta a lo que os interesa, lo que recuerdo de los comportamientos eróticos sostenidos con la tan exhortada… hmmm… digamos, sólo en esta oportunidad, dama, no hacen parte de mis hot reminds.–, me previne, después de rascar mi ceja izquierda, con la mirada clavada en los ojos de Rafael Parada.
Éste último, perplejo, a causa de la severidad en mis afirmaciones, así como respondería un resorte, se incorporó con el brazo con que sostuviese el vaso rebosante de hielo recubierto por licor en alto, ofreció su copa a la audiencia dejando escapar una de sus acostumbradas sutilezas, no sin antes beber un largo trago: -… apresuraos pues amigos a beber, porque las tantas maravillas que retumbaban insistentes y ávidas de atención dentro de vuestros tímpanos, presumía la bondad obvia de las habilidades concupiscentes de Marta, sin ni siquiera ser probables ciertas.-, terminó aplastando el vaso con la fuerza de su mano, en el troquel propio que coincidía con la forma del terraplén que agarrase y, sobre este terraplén de nuestro ferrocarril ha caído un rayo, afectando sus carriles en dos lugares, A y B, muy alejados uno de otro. Y agrego ahora la afirmación de que estas dos descargas se han producido simultáneamente. Si yo ahora te pregunto, querido lector, si esta afirmación tiene algún sentido, me responderás con un “sí” convencido. Pero si yo ahora me acerco a ti con el ruego de que me expliques con más detalle el sentido de dicha afirmación, advertirás, tras cierta reflexión, que la respuesta a esta pregunta no es tan simple como a primera vista parece.
Con advertidas necesidades de atención, el gordo me sacude del hombro con su insolente brazo. -¿Os atrevéis entonces tú, molesto animal pusilánime, a hacer manifiestas opiniones acerca de los comportamientos eróticos que habéis sostenido con esta “dama”?–, me suelta y, pronosticado plegado facial, arruga su frente y, ufana su sonrisa guasona… y enclenque.
Pero en realidad (visto desde el terraplén ) dicho observador corre al encuentro del rayo de luz procedente de B y huye delante del rayo de luz que proviene de A. Por consiguiente, verá antes el rayo de luz procedente de B que el que proviene de A.
-¿Manifiestas opiniones habéis hecho vos últimamente?-, fatigando la importancia del tema, respondo a la pregunta con otra pregunta.
Ojos bien abiertos, la cara del rollizo petulante, paranoica, se estira. Boca bien abierta, y una vena rota, babas más que suficientes para llenar tres canecas. Sonrisa guasona bien abierta, muchas veces resulta conveniente no preguntarse si estará mal aparentar sentirse inhumano.
-Entiendo que Antonia Zúñiga administra mamadas de epopeya.-, prosigo, sin dejarlo hablar. Bebo de mi terraplén y complemento. –¿Cómo es aquello de sentirse satisfecho en la cama?-, río nostálgicamente.
Los murmullos inundaban la atmósfera de humo de cigarros. No tengo contacto con Antonia pero en la tarjeta de memoria de mi teléfono guardo su número, no vacilo en buscarlo, es el primero de la lista (por orden alfabético, justo antes de Aziz Hodjaev, un musulmán homosexual que conocí en Inglaterra con quien, por fortuna, rompí contacto bastante hace), marcación. Alargo el brazo hacia Parada entregándole el celular, con el propósito que suavice el tono de la sugestión. Entusiasta no se niega éste a manipular la conspiración.
¿Cómo hallar el lugar y el tiempo de un suceso con relación al tren cuando se conocen el lugar y el tiempo del suceso con respecto al terraplén?
No se hizo esperar más que lo necesario el gordo estriado, y al tener ocasión el tercer timbrazo ya le había arrebatado el aparato telefónico a Parada con tal de interrumpir el intento de comunicación. A lo que éste reaccionó, no sin antes tragar un poco de saliva provocada. –Cálmate, hombre, mesúrate, pareciera antes que no te agrada que te llamen al celular.- Indaga socarronamente Parada. –Han dado harta lata en tu teléfono personal en más de siete oportunidades,- y, era cierto, cómplices risotadas eran el resultado de contar una tras otra las ocasiones en que Olga, la madre de Roland, intentaba enterarse de la suerte que corría su hijo, extraordinaria oportunidad para destapar la olla, y preguntarme para que todos oyeran, -Hey, Denis, ¿Acaso sería Olga quien llamaba a Roland Gilberto?
-No ha de cambiar Olga sus viejas costumbres si, a su vez, su hijo no ha tenido una iniciativa de este carácter.- Replico sin pensar y mirando fijamente a Roland mientras , éste, bueno, no éste, sino lo que lo hace lucir cuchillos en lugar de dientes, abandona su mirada a la voluntad de su vacilante y pendulante cabeza.
La masa pesante y la masa inercial de un cuerpo son iguales.
Entre tanto, Parada me festeja la estocada estirando verticalmente su mano, sugiriéndome gestar un aplauso, chocando la palma de mi mano con la suya.
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