martes, 24 de julio de 2012

QUIERO SER AMIGO DE LINDSAY LOHAN EN FEISBUC

Estaba de visita en casa de tía Lucero, días después de mi regreso abrupto de Inglaterra. En medio de una conversación en que mi prima insistía en convencerme de la bondad presunta de los grupos paramilitares comíamos salmón, al que le sentí un rastro de sabor a caramelo, y ensalada. Con el objeto de estimular el proceso digestivo, luego de terminado el almuerzo me uní a mi prima en su habitación, más confortable que el estudio en ese entonces, y, mientras ella abandonaba su inexistencia a las novelas transmitidas por la tarde en televisión nacional, cedí a la tentación de revisar mi cuenta en feisbuc, olvidada ya. No me sorprendió encontrarme con que la gente incluida en mi lista de amigos no cambiaba; ni mucho ni nada; pese a las ecografías y a los anuncios de compromisos en matrimonio, las fotos de asados (en los que el invitado principal es el alcohol, a diferencia de lo que se podría creer es la res) me sugerían creer que su hecencia (la esencia de las heces) se mantenía intacta. En esos menesteres me entretuve tan largo rato como el scroll del mouse tardó en guiarme hasta el final de la página y, mientras me ocupaba en cosas realmente importantes (verbigracia, según recuerdo, los preparativos de la boda del príncipe William o la atroz invasión de ratas a los túneles del tren subterráneo en Nueva York, cuando no los errores en Photoshop), interrumpió mi deleite un sonido de burbuja estallando. No presté atención, pensando en que, quizás, aquellos sonidos respondían a los efectos del inicio del proceso digestivo. No apartó la mirada del televisor mi prima; no se dio por enterada. Otra burbuja se deshizo, a lo que sí decidí prestar atención. Con cuidado de no dejar escapar por entre mis piernas ningún hedor que perturbase la cómoda concentración de mi prima, me incorporé. Cuál no sería mi sorpresa al darme cuenta de que las burbujas colapsando no obedecían a filtraciones gaseosas provenientes de mi duodeno, sino al sonido del que se sirve la prestigiosa red social para anunciar el recibo de mensajes instantáneos. No obstante, mi manifiesto asombro (a la vez que mi preocupación por el retraso evidente en la digestión) se me cayó a los pies al descubrir el emisor de los saludos y mensajes. No soy adepto a discriminaciones de ninguna índole, no hago excepciones, ya antes lo he aclarado: a todos detesto por igual; sin embargo, no me sentía con ánimo para conversar. Mucho menos cuando los gases que debieron ser expulsados minutos antes, persistían en revolverse, inflamando mis entrañas; de tal manera hice de cuenta esos-mensajes-no-son-conmigo.
Ante la insistencia de las burbujas, entre asombrada e indignada, mi prima sacudió su cabeza, reaccionando al sopor.
—No tienes intención alguna de responder, ¿verdad? Quienquiera que sea parece muy entusiasmado por tu presencia.
—Ahora no. No tengo ganas. No puede uno estar siempre con disposición para hablar de nada. —Respondí sin apartar la mirada de un artículo muy interesante sobre las nuevas enfermedades venéreas descubiertas en la cavidad vaginal de Lindsay Lohan.
—No seas grosero… Piensa en que algún día vas a necesitar de esa persona. —Reveló ella, sin pudor.
Le respondí con la mirada, frunciendo la nariz como si, después de tanta angustia, la flatulencia que se deslizara fuera de mí, escapándose, retornase  a mí, vía olfativa.
Cerré las pestañas abiertas en el navegador de internet tan pronto como concluí mi lectura. En silenció pensé en los motivos por los que me reprendió, sus razones tendría, mi prima.
Eso de tener mil amigos en feisbuc es muy conveniente. Propio de oportunistas. Si me aguantara las ganas de decir a todos lo que pienso, en la cara, no perdería un amigo en feisbuc a diario. Puede ser el error no contar con que cada una de las personas que uno ha conocido en la vida será útil en cualquier momento. Ellos no lo sabrán hasta que uno se lo haga saber.
Qué terror me dan quienes agregan gente en feisbuc a sabiendas de que les negarán en saludo de darse la casualidad de encontrárselos en la calle. Peores, sin embargo, los que saludan en la calle pero rechazan las solicitudes de amistad en feisbuc.

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