Mockus no era el hombre. La cuota inicial del desastre que pudo significar su gobierno fueron los reiterados traspiés, idas y venidas, y contradicciones a los que nos acostumbró durante su campaña. Sin embargo, un número importante de personas, entre las que me incluyo, depositamos más de tres millones de votos a su nombre como rechazo a que un sólo muchacho del país fuera extrañado en su casa por recoger café. Desde la contraparte llovieron descalificativos sobre Mockus; hasta con un caballo discapacitado se atrevieron a compararlo para dar a entender que le temblaría la mano a la hora de lidiar con la guerrilla, las Bacrim, la economía, el clientelismo, y mil etcéteras más; de tal manera que la contienda electoral se dirimió en favor de Santos. La cuestión de si Mockus era el indicado o no para ser elegido Presidente de Colombia se resuelve en medida de su capacidad para mantenerse alejado de Uribe o si, por el contrario su visita a la Casa de Nariño a ofrecer buen cuidado a los huevos de Uribe fue fiel prueba de su incapacidad de representar a sus entusiastas seguidores. O bien de sus preferencias sodomíticas.
Y ni para qué mencionar la guachafita que armaron en el Partido Verde después del exilio de Mockus.
Otros, muchos, dirán que para 2014 el Man es Germán.
Es que el 2014 es pasado mañana. Las campañas darán inicio en un año. Santos, por supuesto, aspirará a reelegirse, y dependiendo de su desgaste lo acompañará Germán Vargas Lleras. Con Petro sucede como con Dios: ni idea en qué esté pensando de un día para otro. No cuenta. Qué decepción. De manera que se enfrentarían dos candidatos que representan a la derecha: Santos, y Uribe, si no manejando a Fernando Londoño (envalentonado por la bomba ñapa que le cayó del cielo), aliado con Angelino. Qué tragedia. Valdría la pena preguntarse entonces si Angelino se prestaría a tan corrompida estrategia: envilecer la igualdad social en beneficio de uno de sus mayores contradictores.
Es inocente pensar en que Uribe representa la oposición a Santos. Propio de esos niños que se juran los dueños del juego. De no ser por las carencias que el ‘loco del pueblo’ detecta en el tema militar, las que siempre existieron incluso durante el uribato, se sentiría a gusto con todas las políticas en materia de economía, educación, salud y justicia desplegadas desde la Casa de Nariño. Más bien, Uribe (el loco del pueblo) representa la suerte de un país que no tiene memoria, mucho menos una visión hacia el futuro. Haga memoria. A su paso por la Aerocivil en calidad de director, más de 300 licencias de aviación fueron otorgadas a reconocidos narcotraficantes de la época; en su papel de alcalde en Medellín impulsó el programa ‘Medellín sin Tugurios’, lavadero de dólares local de Pablo Escobar; como senador de la República fue ponente de los proyectos de ley que reformaron la salud, el sistema de pensiones y las condiciones de contratación laboral. Una bobadita. Bien sabido es, además, el impulso que como gobernador de Antioquia en compañía de Pedro Juan Moreno dio a las Convivir.
De sus ocho años de gobierno es mejor no hablar. O movió muy bien sus fichas o fue engañado por la peor generación espontánea de delincuentes en la historia del país Álvaro Uribe Vélez durante los ocho años en que se extendió su ‘gestión’. ¿Noguera y alias ‘la coneja’ Hurtado actuaron por cuenta propia? ¿Andrés Felipe Arias, a su antojo, diseñó el programa AIS para su beneficio? ¿Luis camilo Osorio desvió investigaciones en la Fiscalía porque sí? ¿Andrés Uriel se hurgó el ombligo de pe a pa por flojo? ¿Sabas compró votos para la reelección y persuadió a Sale fingir vínculos comerciales y mercantiles con Mancuso para desprestigiar la Corte a nombre de quién? ¿Diego Palacio qué? ¿Y las zonas francas; los falsos positivos? ¿Santo yo? En fin. Cabe la posibilidad, sí, de que Uribe nada tuviese que ver con todos los horrores sucedidos mientras fue presidente, y que su estilo de microgerencia (tipo miscelánea) sea prueba fiel de su indiscutible incapacidad de observación. Pero no. Estuvo al tanto de todo cuanto ocurrió.
Se extiende una sombra sobre él tan espesa como la que cubre a Piedad Córdoba.
Ahora bien, sus simpatizantes se quejan de que Santos es un mentiroso, un jugador de póquer, si antes no lo han tildado de traidor. ¿No son esos acaso los motivos en que insistimos hace dos años más de tres millones de personas para oponernos a su elección? Ya ni risa dan. Pobres diablos.
La intensidad del pulso político se siente en las peluquerías al tenor de los secadores de pelo, pues, las mismas señoras arribistas que celebraron la victoria de Santos ahora lo desprecian (con voz de Poncho Rentería).
Esperamos que la manicura no sea motivo de retraso para nuestro corresponsal en los 'clubes', pues estamos ansiosos por recibir sus informes esta noche desde El Nogal.
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