Fueron 35 años, en realidad. Por ser respectivamente los años entre los que se enmarca el prolongado intervalo durante el cual el Independiente Santa Fe no consiguió la victoria del campeonato de fútbol local, 1975 y 2012, no deberían ser considerados en la cuenta. Dos generaciones de fieles asistieron puntualmente al estadio a presenciar el mismo espectáculo, cubiertos por una nube de humo rojo, muchas veces combinada con otra de marihuana que se desplazaba flotando en el aire desde la tribuna sur, domingo tras domingo. Decepciones, burlas, que siempre terminaban con la resignación de darle un puntapié a la pared.
Hay que decirlo, detrás del despliegue periodístico que destacaba como imprescindibles los más insignificantes detalles sobre Santa Fe, en contraste con la omisión (a propósito, si mi opinión vale de algo) de los más importantes sucesos acerca del Deportivo Pasto, se escondía el miedo de siempre: De quedarnos en vano con el carro de bomberos decorado con las insignias de Santa Fe, listo para desfilar con los jugadores a bordo; así como el gol providencial anotado en el último minuto por Camilo Vargas quien, producto de un arrebato venido de donde sólo podía venir, de las huevas, hijuepuercas, corrió, aprovechando la ocasión de un tiro de esquina presumiblemente la última jugada de ese partido, hasta la portería contraria, la de su archirequetecontraenemigo de siempre, Millonarios, y consiguió un gol de cabeza. Cuántos entre los santafereños, digan la verdad, no temieron que hiciéramos el oso del siglo.
Total, poco importaba ser objeto de burlas una vez más. De eso el santafereño sabe. De ser denigrado por parte de Los Millonarios de Bosa el santafereño sólo ríe. Lo doloroso en realidad habría sido enredar de nuevo el hilo con el que bordar la séptima estrella en la camiseta, cuando ya estaba enhebrado a la máquina de coser.
Se ganó. Y bien. Con un equipo orgulloso.
Se extrañó a Seijas. A Balbis lo mismo que a Rincón.
Ahora bien, es triste reconocer a los fanáticos de Los Millonarios que, en vista de la ausencia de triunfos por celebrar se conforman con disfrutar de las derrotas de sus rivales, en especial de Santa Fe; pero más deprimentes resultan los idiotas santafereños que, no satisfechos con el dulce sabor de un triunfo que muchos de ellos nunca siquiera habían saboreado, prefirieron echarle en cara su dicha a los azules.
Que me perdonen mi abuelo Jorge y mis primos Jorge y Camilo, Rafael Reyes, David Granados, David Ospina, Yamid, Eduardo Arias y Santiago Rivas, en cambio que Pachito Santos se lo trague, pero, eso sí, cuando Los Millonarios se ganen un torneo relevante lo celebraré como propio; es más fuerte el odio que siento por costeños, paisas o pijaos por igual, que el que me inspiran Los Millonarios.
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