martes, 6 de marzo de 2012

NO PUEDE TODO SER POLÍTICA (tres)

Anteriormente en "UN AGUJERO EN EL BOLSILLO DEL PANTALÓN":


Mamá tomó mi mano entre las suyas, la soltó tan pronto y le asaltó un recuerdo de un futuro imposible en que la tiene de regreso. Inclinó su torso hacia mí y me estrechó contra él, con tal fuerza, intensidad a perpetuidad, que me hacía sentir insuficiente para ella.
Paseó su mirada de un lado al otro, a todo lo largo y ancho, precipitándose en captura de las miradas escurridizas, presas a la imagen de mi puño cerrado y apacible, tras haberse descargado sobre la mesa con un golpe seco, haciéndola saltar.
—Qué oso.— Murmuré para mí, suponiendo las miradas atónitas que mamá se empeñaba en cazar, y relajé mi puño.
Lo que nadie sabía, salvo nosotros dos, es que no trajo el mesero pesado dulces de café para acompañar mi orden, como debe ser.
Mamá tomó mi mano entre las suyas, y la soltó tan pronto y recobró mi atención. Clavó su mirada en la mía y preguntó en voz baja. —¿Qué, m`hijito? ¿Cómo así?
Sacudí mi cabeza como un perro mojado. No creí nunca siquiera atreverme a imaginar tal papelón. Más habría valido una pataleta de cliente insatisfecho. Y ni qué decir del estoicismo de mamá. Rasgué con los dientes la envoltura de los dulces de café, y bebí de la taza aún tibia. —Así como oye, Glorita. Preste atención a lo siguiente. La apropiación de la geografía aproximándose desde la izquierda, si no de la democracia a manos llenas, llegando desde el lado derecho.
En manos d…
—(A menos manos menos mal manos llenas).— Interrumpí sin que hubiese valido la gracia.
—Decía que en manos de la ambición de esos sujetos está Colombia.
—Ese es acaso el diagnóstico procedente de los hechos que vemos asomarse a la superficie. — Concluí agotado.
—Aquí y en dondequiera. — Insistió mamá.
—Aquí mucho más que dondequiera. — Me resigné.
—Veo. — Bebió mamá, hasta tocar con la punta de su nariz el fondo del pocillo. —Si no me equivoco, el debate político entre democracias burguesas y populares carece de interés, “aun cuando no carezca de vehemencia, ni de armas”…
—“… tanto capitalismo y comunismo, como sus formas híbridas, vergonzantes, o larvadas, tienden, por caminos distintos, hacia una meta semejante”.— Dijimos al unísono, sincronización de las mentes al servicio de las lenguas. Edípico beso intelectual.
—Así, como buen economista hace lo propio con Mankiw, Krugman, u otro cualquiera, parafraseas a Nicolás Gómez Dávila a la perfección.— Elogió con dificultad mamá, dando golpecitos sin ritmo con las yemas de sus dedos al obsequio de cumpleaños que ella a su buen criterio consideró el mejor para su sobrino.
—Únicamente completé su idea.— Agaché la mirada, como mecanismo de defensa a un halago del que, sabía bien, no ser merecedor.
—Y, a todas éstas… ¿Qué tiene que ver todo lo anterior con los abogados?
—Oh. Los abogados.
—Los abogados, sí.
—Verá usted. La ley, entendida como un apéndice político, es redactada y administrada por abogados. No estoy seguro. ¿Habrá sido quizás el profesor terrible, Camilo Jiménez, quien se riera de que en el país hay demasiada jurisprudencia y nada de justicia?— Rasqué con el dedo índice mi mejilla.
—No exageres.
—¿Le parece que exagero?
—Un poco sí, por no decir que bastante. No todos los abogados son políticos, ni todos los políticos abogados.
—Tiene usted razón. También están los cristianos.— Reí inmisericorde.
—Esos son argumentos para nada plausibles.
Llamé la atención del mesero pesado levantando mi brazo. Sostuve en la mano un bolígrafo imaginario con el que escribía en la palma de mi mano derecha, para informar sobre mis deseos al mesero pesado.
—¿Pediste palillo? Me temo que de eso no se usa acá.­— Se burló mamá, a quien siempre le ofendieron profundamente las señas en los restaurantes, o, más bien, la sustitución del lenguaje hablado y la cortesía en lugar de la mímica, tanto como los argumentos amañados empleados en sostener teorías vacías de fundamento.


... a seguir.

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