Reunirse en familia, y soportar las eternas transmisiones de Yo Me Llamo hasta que se le duerman las nalgas, y despertarlas con un chiste sobre Amparo Grisales, está tan de moda como criticar a Petro porque llueve y porque escampa.
En vista de la salida de más de 570.000 automotores de la ciudad –los cuales esperamos no regresen jamás- decidió la Secretaría de Movilidad del Distrito, en cabeza de Ana Luisa Flechas, suspender la medida del Pico Y Placa durante la semana en que más vagancia y trago circula a lo largo y ancho del país.
No obstante el alivio que para el tráfico capitalino significan las inmerecidas vacaciones de los locales que buscan refugio del frenesí de la ciudad, de los inmigrantes que visitan a sus madrecitas en sus tierritas, según datos de la Dirección de Tránsito y Transporte de la Policía, cerca de 492.000 automotores repletos de calentanos con piernas sudorosas ingresan con el objeto de perturbar, valiéndose de su música estridente y sus malas maneras, la falsa santidad de la semana mayor.
Así las cosas, y con el perdón de los criticones espontáneos, las cuentas no me cuadran. Descontados los automotores visitantes de los ausentes, la diferencia es de 80.000. Al día, a causa del Pico Y placa más de 350.000 vehículos son marginados de las vías de la ciudad. Pero, si va a criticar, amigo inconforme: hágalo con argumentos.
De haberse mantenido el Pico Y Placa, como es costumbre, preste atención a lo que habría sucedido. Tendríamos a favor los 350.000 automóviles de todos los días, más los 80.000 de diferencia entre los visitantes y los ausentes, lo que nos arroja como resultado a favor el espacio que 430.000 ocuparían de encontrarse rodando sobre las calles. Ahora bien, quienes, por la mala suerte de no coincidir sus días de restricción con los que eligieron los romanos como los mejores para someter a Jesús al viacrucis, se habrían sentido tratados en desventaja en contraste con quienes obedecen a la regla los días jueves y viernes.
Más todavía, se preguntarían, ¿señor Petro, mientras estás en Barcelona, por qué nos has abandonado? Se rasgarían las vestiduras, pegarían alaridos de desesperación que ni del mismo Jesús se oyeron en la cruz. ¿Por qué, sintiéndose la ciudad tan liviana y agradable, no se levantó el Pico Y Placa?
Apuesto mis testículos a que así habría sido. Bobos.
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