No se trata de un caso de irresponsabilidad
profesional. Es incluso peor. De saber en Colombia lo que significa
‘responsabilidad profesional’ eventos como el de Interbolsa no pasarían de ser
un caso aislado. De tal manera que es un asunto de ignorancia. Lo que pone al
mismo nivel al taxista altanero con el corredor de bolsa es la ignorancia; con
la misma altanería con que el taxista responde a quien le reclame (sin saberse
si es un acto deliberado o fruto de una inocente omisión) por no encender las
luces direccionales antes de girar, o por la infracción de tránsito que de
buenas a primeras tuvo la ocurrencia de cometer, el corredor de bolsa se
protege con sus números.
Es peor, sí. En el caso
Interbolsa el diagnóstico es de irresponsabilidad empresarial y falta de
creatividad. Las maromas de semáforo que tramaron entre Interbolsa y Fabricato son
una mala copia de las innovaciones en el sector financiero estadounidense que
llevaron a la quiebra a millones de personas naturales y jurídicas alrededor
del mundo en 2008. Miles de personas en Estados Unidos fueron persuadidas por
sus asesores financieros de adquirir títulos hipotecarios previamente calificados
negativos, de los que se presumía su iliquidez, con el objeto de aumentar su
valor artificiosamente. Cuantas más personas adquirieran estos títulos basura,
mayor sería el incremento de su valor. Y, por desgracia, cuando la burbuja
explotó cayeron al piso los bonos hipotecarios junto a los ahorros de toda una
vida de miles de personas.
Por el contrario, el
caso Interbolsa se reventó por el abuso en las operaciones Repo, acrónimo de repurchase agreement. El asunto es que
un repo es un depósito de liquidez con un vencimiento y tasa pactados por las
dos partes; la parte que recibe el dinero entrega al prestador de los fondos
unas garantías representadas en títulos valores equivalentes al 120% del monto
de la operación bajo la custodia de Deceval; en el caso de ser entregadas
acciones como garantías el valor de éstas deberá ser del 130% del monto del
depósito. Interbolsa estaba captando liquidez a corto plazo con el instrumento
de los Repo (para captar iliquidez a plazos más largos son recomendables los
fondeos con TES) y entregando acciones de Fabricato como garantía. Cuanto más
valieran éstas, más liquidez estaría en capacidad de atraer. Con tal propósito,
los corredores de Interbolsa sugerían a sus clientes invertir en acciones de Fabricato,
estimulando, en efecto, su demanda y, por consiguiente, el incremento de su
cotización bursátil.
Eso, en tanto se
refiere a la irresponsabilidad empresarial. Lo relativo a la escasez de
creatividad es un asunto de vocación profesional. Son muy populares las
operaciones Repo en el sector real para evitar el pago del cuatro por mil en
sus movimientos de efectivo, disposición tendiente a estimular la utilización
de este instrumento financiero.
Lo curioso del asunto sería
que se utilizaran recursos del Fogafín, producto del recaudo del impuesto del
cuatro por mil, para proteger a una empresa que defraudó a sus clientes y
accionistas utilizando un instrumento financiero del que se exime su pago. De
llegar a ser así, hablamos a estas alturas de un caso en que la ley no protege
el interés común, sino el de unos cuantos.
No bastaron piruetas y
tragos de fuego para distraer a la opinión del ruido que hacía Interbolsa con
sus temerarias operaciones, tanto así que la miope Superintendencia Financiera,
incapaz de tocar su propia nariz, encendió las alarmas.
Ahora bien, no siendo
un inconveniente ético la puerta giratoria por la que pasan del sector público
al privado y viceversa, hay que sumar a los académicos que nos deslumbran a
todos con su con o si miento.
Durante años manejé las
cuentas Repo, principalmente de petroleras, a nombre de un banco. Es decir,
manejé dineros del diablo desde el infierno. En las mesas de dinero los Repo son
el cafuche, el ripio del mercado. La menta irisada que a la sobremesa nadie
quiere tocar. Estos genios de Interbolsa, el Estado y los orgullosos
economistas no son más que unos chirretes miserables vendiendo frunas en los
semáforos cuando no en los buses. Lo digo porque trabajé para un banco que
ahora maneja perfil de cooperativa de pensionados. Me arrepiento de no haber
hecho nada de cuanto tuve a mi alcance para quebrar a ese hijueputa banco.
Con seguridad, al
infierno no irán todos los que trabajaron inocentemente en un banco, pero sí
todos quienes hicieron lo posible por aprovecharse de su situación ventajosa.
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