viernes, 26 de junio de 2015

¿CUÁL ES EL ANIMAL QUE ES MAL PERDEDOR Y PEOR GANADOR? EL ROEDOR

En el apartamento del lado, el 106, vive un gran danés, Ramón. Ramón comparte el apartamento con uno de los vecinos a los que siempre evito para no verme en la penosa obligación de saludar. Hasta el año pasado el vecino del 106 contaba con la ayuda de una señora que se encargaba de los asuntos domésticos en su casa, menos de domesticar a Ramón; de cuando en cuando se le veía a Ramón halar de la menuda mujer como si se tratara de un carrito de juguete sin ruedas: la arrastraba sobre el césped, la obligaba a perseguir neumáticos rodantes, aunque nunca le mordió.
Ramón, desde enero de este año cuida de sí mismo durante la tarde; en las mañanas el paseador de perritos lo recoge a las 8 y lo trae de vuelta a las 11. Rara vez se le oye ladrar en su estrecha soledad de propiedad horizontal. Sin embargo, cuando lo hace, no canso de preguntarme ¿será acaso el ‘perrito’?
Luego de la sorpresiva aunque anunciada derrota de la Selección Colombia ante el equipopó venezolano pareciera que nadie habitara el apartamento de Ramón. No obstante, en Twitter, en Facebook, por doquier, en la tele, se daba evidencia de dos cosas: la primera, que con la Selección Colombia, los colombianos, en las buenas y en las balas, y segunda, que, de malos perdedores, si acaso, nos ganan tres Neymar (informa la Cancillería a propósito que a Neymar lo extraditaron de Colombia por ser buen perdedor); “sí, perdimos, pero al menos tenemos con qué limpiarnos el culo, harina con qué hacer arepas”, y sí, perdimos, y Maduro se limpia con lo que los herederos del conflicto armado y social más antiguo del mundo posmoderno piensen sobre él y sus millones de barriles de petróleo diarios. De Ramón no supe nada hasta el miércoles en la noche.
De mal agüero el 4 de julio, día en que dos de los más grandes males del mundo posmoderno cumplen años: los states y el señor aquél de Salgar. Día en que corriendo el año 2014 se enfrentaran por los cuartos de final de la Copa Mundo Brasil y Colombia. El partido, atropellado como este texto; los states y el señor aquél de Salgar, nefastos, como este texto. Al final el equipo de Colombia resulta derrotado. El país que dos horas antes estaba desolado y atónito recobró la vida con una inyección de adrenalina que aún no se disipa: “Era gol de Yepes”. ¿Peyes, a lo bien? La reedición de este encuentro tendría lugar el miércoles anterior, con ocasión del segundo partido del Grupo C de la Copa América 2015. Horas antes del partido a la plaga del “Era gol de Yepes” se le sumó la plaga del
—Neymar, ¿viste la ardilla?
—¿Cuál ardilla?
—La que te pega con la rodilla.”
el cual hace alusión a la grave infracción cometida por el presunto (aunque las cámaras lo registraran en flagrancia, según los nuevos estándares de comunicación es presunto) agresor Camilo Zuñiga sobre el mequetrefe (el periodismo deportivo aún no se pone de acuerdo en cuanto a esta cuestión en particular) brasilero Neymar, y lo deja por fuera de la Copa Mundo a razón de una grave lesión.
El miércoles en la noche todo un país dormido profundizó aún más el sueño para ver perder a su equipo de fútbol ante Brasil; y soñó despierto para verlo ganar. Silencio sepulcral. De una muerte súbita a una asistida.
Así como la ciudad que habito, el edificio en que vivo dejó de palpitar. Aguantó la respiración desde el silbato inicial. Tan sólo se oía el rumor de los televisores. Y, de repente, el silencio fue roto por un coro que hizo temblar los muros. GOL HIJUEPUTA. Del sopor a la euforia.
No paró de ladrar sino hasta una hora después, alterado y confundido, el pobre de Ramón.
No comprendía por qué nos indignaba que Neymar arremetiera a puñetazos contra la pelota pero celebrábamos que Bacca lo empujara por la espalda. Se preguntaba si los colombianos habríamos visto, si acaso, en alguna ocasión un armiño, el animal que decapita niños; o, quizás, a un militar activo, el animal que merodea por Soacha ejecutando falsos positivos; o al guerrillero, el animal que envenena ríos atentando contra el sector petrolero. Lo inquietaba sobre todo, pobre Ramón, aturdido, incrédulo y fascinado, absorto, por qué se celebraba con el mismo entusiasmo la derrota a Brasil que la muerte de un guerrillero, la excitación que causa la sola idea de linchar en público a una rata, un desalmado roedor, cuando no es más (ni menos) que el deseo de asesinar impunemente, eso sí.
¿Cuál es el animal que hace justicia por su propia mano? Miraba la tele Ramón, y pensaba, sin dudarlo, que el colombiano.
De tal manera, que si entrevistaran espontáneamente a Ramón durante uno de sus paseos matutinos sobre el posconflicto él asegurará que será seguir matándonos por un iphone, o emprender contra Venezuela, Nicaragua, Brasil, un gamín o, simplemente, porque sí, porque qué carajos, así funciona, pasar sobre el que se atreva a pasar por enfrente.

* * * * *

No querer saludar a los vecinos no es violencia, es una elección, mala educación si quiere. Violencia, por el contrario, es verse forzado a saludar, a expresar una cortesía tan falsa como la modestia, sabiendo que uno al regresar borracho a casa no espera a cruzar el umbral de la puerta para orinarse en el shut.

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