Habitaba un castillo y
purillo de ensueño, propiedad de la Dinas tía Cánceres, en compañía de su
príncipe azul del rap. Nunca por obligación, siempre por placer, las visitas a
otros reinos, el animal o el vegetal de ser el caso, cuando no el mónera, se
hacían en su carruaserejé ja dejé dejebe tu dejebe
de Barbie barbuda a lo Bárbara Blade, sin desperdiciar ocasión de presumir la
panza cuando se paran sobre la báscula sus invitados y lustres, entre los que
destaca taca-taca-taca Scar Gordoba; Cartahenna de Indias que no tienen
con qué pagar un tinte de DeL’oreal, ni ahora ni de vuelta al futuro, aunque no
se pierden la movida del catre de Dania Londoño ni mucho manos a la hembra, y
el Pantano de Vargas (que reclama como propio Shrek), cuentan cuentos de hadas
hediondas entre sus desatinos turísticos preferidos.
Como toda doncella miembro
masculino de la menarquía dedicaba sus ratas libres a sus ábrase de caridad: desde
su Reino de Adas (Asociación Defensora de Animales) salvaba ballenas encalladas
—que sufren de callos—
en las Pléyades vía feisbuc, a pesar de que a su propia mascota, un bulldog arrugado,
ella le resulta extraña, toda bestia que su ambiente natural, su hogar, es la
guardería de perritos, y en ocasiones las páginas sociales en la prensa canina.
Además, sin lugar a
deudas, aprovechaba la provechosa ubicación en la tabla de posiciones de su
equipo de fútbol predilento: BAMOS, MIYOS! MIYITOS TU POPÓ!!!!!!!!!, y no
pierde oportunidad de hundir la nariz en asuntos de los que carece de cualquier
conocimiento práctico, sobre los que es menester comprender ciertos e inciertos
asuntos particulares de economía (no ecología) o política; no temía, sin
embargo de bienes, hacer el ridiculeo culeo culeo y osaba poner en entredicho
el rigor periodístico de la Casa Editorial El Tiempo a causa de su nuevo
propietario, Luis Carlos Zar-miento por contrato, aunque ella vendiese a
siniestra sin diestra acciones de su grupo financiero.
Calorín acalorado este
relato ha enfadado.
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NOTA DEL EDITOR EN MONO: Se recomienda a la princesante que hundiese la nariz en las líneas de perico extendidas sobre las mesas de
mármol durante el Ayayay Festival. No lea, presuma que lee, es mejor, es mojar calzón.