El problema inició cuando todas las noches, antes de conciliar el sueño, me asaltaba la duda; Me envolvía entre las sábanas que compartía con vaca-trucha, transpirando sudor frío. Tan sólo yo sudaba, no acostumbra ella practicar tan sofisticado procedimiento metabólico, excepto si menester del sexo su peludo culo es. Cuando eso tenía lugar, aquello de sudar, ningún rincón de su cuerpo se escapaba de causar una incontrolable e infinita explosión de placeres a causa de la concupiscencia de sus sabores, olores, aspecto de la carne, sobre éste débil spineless cuerpo que arrastro. La voluptuosidad de la lujuria, entre tanto, hacía más pesada la carga de la que se componía mi lastre. Se las arreglaban mis piernas flacuchentas para transpirar más que lo tolerable. La vaca-trucha me pateaba, aunque un instante después me abrazaba por detrás con sus brazos y piernas, y me preguntaba si todo estaba bien. Prefiero dar rienda suelta al teatrino y chillo buscando uno de sus rosados pezones, para apretarlo ansiosamente entre mis labios hasta conciliar el sueño.
Todo esto tenía lugar cuando todas las noches, antes de conciliar el sueño, me asaltaba la duda.
Al alba, no tenía duda alguna.